Constitución
Mejor en Occidente por Cástor Díaz Barrado
Las reacciones que se han producido en muchos países de ámbito musulmán por la emisión de un vídeo que atentaba contra la figura del Profeta revelan una determinada visión de las relaciones internacionales. Ni qué decir tiene que la producción de películas, no sólo de mal gusto, sino que ofenden una determinada religión podrían sobrepasar los límites de la libertad de expresión y, en todo caso, podrían ser provocadoras en la escena internacional. No obstante, la violencia que ha desatado un hecho no está, en modo alguno justificada y no se puede tolerar que embajadas y consulados de ciertos Estados sean asaltados por quienes se sienten ofendidos. La virulencia de las manifestaciones en contra de un hecho tan puntual y que ha provocado, incluso, la muerte de personal diplomático debe ser rechazada y deben adoptarse medidas respecto a quienes han protagonizado esos actos violentos tanto por las autoridades de los estados donde han tenido lugar como en el marco de la cooperación internacional. La pregunta más relevante, sin embargo, sigue siendo si algunos gobiernos de tendencia islamista, que han surgido de la denominada Primavera árabe, han animado, tolerado o facilitado o no ese tipo de comportamientos. Las discrepancias con los Estados occidentales que pueden mantener muchos Estados árabes deben resolverse por medios pacíficos y los «agravios» que pudieran existir deben comenzar a solucionarse mediante acuerdos y negociaciones. De todas formas, la violencia desatada nos confirma que, desde la perspectiva política, los estados en los que impera una democracia representativa y participativa ofrece muchas más garantía a los ciudadanos en la defensa de sus derechos e intereses. La intransigencia religiosa o racial o de cualquier tipo no tiene cabida en estos estados y todo apunta a que sí es considerada en aquellos que justifican la violencia. El respeto a las ideas religiosa es una máxima y un deber de los Estados y de los ciudadanos, pero un comportamiento, como la emisión del celebre video, no puede desatar la ira con las consecuencias que se han producido. La Primavera árabe debería caminar en la dirección de consolidar gobiernos democráticos en los que se respetan los derechos fundamentales. No se trata de imponer una visión occidental, pero sí de asegurar que en democracia los ciudadanos tienen más oportunidades y están más seguros. Ninguna idea, ni política ni religiosa de de cualquier otro tipo, justifica la violencia y, menos aún, poner en riesgo la vida, la integridad y la libertad de las personas. Si la óptica occidental se corresponde con la defensa de los derechos fundamentales, yo me quedo con esta visión.
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