Crítica de libros
Circunstancias por Enrique López
Dicen que la moral es una cuestión de elección; podemos elegir una moral agradable o virtuosa, lisonjera o profunda, relajada o comprometida; pero, a pesar de ello, lo que nunca podremos evitar son las consecuencias de tal elección, de tal suerte que podemos avanzar hacia nuestra propia destrucción o hacia el fortalecimiento de una sociedad. Con carácter general, el ser humano prefiere las ideas agradables a las ideas ciertas; y cuando la certeza se ve envuelta en esta variabilidad, surgen las ideas falsas, la cuales prenden material combustible a nuestro alrededor, y no sólo para unos pocos, sino no para una gran mayoría. El pluralismo es un elemento esencial en una democracia, eso sí, entendido como la necesidad de reconocer y permitir la expresión, organización y difusión de diferentes opiniones, sobre todo las opositoras a las gubernamentales, en la dinámica de las sociedades democráticas. Pero el pluralismo no determina que todo pensamiento u acción sea igual de valorable; es más, hay muchas ideas que, pudiendo ser defendidas en una democracia, son objeto de un infravalor, y en su consecuencia deben valer menos respecto a las otras. No todas las ideas pueden valer lo mismo, hay ideas malas e ideas buenas. El problema radica en identificarlas y en la perspectiva de la que partamos para llevar a cabo esta identificación. En esta tesitura, podemos requerir la ayuda del filósofo de cabecera nacional, Ortega y Gasset, el cual nos dice aquello tan conocido y tan mal explicado para los que somos profanos en el mundo de la filosofía : «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo». Benefac loco illi quo natus es leemos en la Biblia. Y en la escuela platónica se nos da como empresa de toda cultura: «Salvar las apariencias», los fenómenos. Es decir, «buscar el sentido de lo que nos rodea» (Meditaciones de «El Quijote», I: 322). Este tópico forja todo el pensamiento Ortegiano de su etapa madura, pero, bajo mi modesto punto de vista, a pesar de que forja su concepto de lo circunstancial, que no relativismo, encierra una aspecto muy importante. La citas que hace no son elegidas al azar, sino que, por el contrario, deben ser entendidas como una referencia a las circunstancias que han forjado la cultura occidental, la circunstancia del pensamiento judeocristiano y la circunstancia de la filosofía griega. Esto es lo que hemos sido y lo que ha conformado lo que somos y huir de ello como algunos han pretendido es sencillamente huir de la realidad, queriendo transformar una sociedad a base de leyes y ejercicio político. Pero la realidad es tozuda y supera el relativismo dela acción política. En cualquier doctrina de la circunstancia hay un peligro patente y que es urgente aclarar y evitar. Ello, según el mismo autor, exige estar atento a las circunstancias, y éstas son tan cambiantes, y en número tan grande, que es difícil que se den exactamente las mismas tan sólo en dos personas. Ante lo cual surge la dificultad de teorizar sobre las mismas. Esto es: cómo establecer un orden en las circunstancias que nos permita saber qué circunstancias son las más significativas. Ortega nos buscó la solución "poniendo mucho cuidado en no confundir lo grande y lo pequeño; afirmando en todo momento la necesidad de la jerarquía, sin la cual el cosmos se vuelve caos. Considero de urgencia que dirijamos también nuestra atención reflexiva, nuestra meditación, «a lo que se halla cerca de nuestra persona» (Meditaciones de «El Quijote», I: 31). Éste ha sido el error de muchos responsables políticos, confundir lo grande con lo pequeño, lo esencial, primario, básico y necesario, con lo superficial y el capricho ideológico, y hasta en ocasiones, caer en lo frívolo. Esta búsqueda de lo prioritario para sistematizar las circunstancias a las que hay que enfretentrase no sólo construye un ejercicio filosófico, sino que precisamente debe ser el centro de la acción política. Del éxito en esta identificación, atención y dedicación, dependerá el acierto de la acción política y, en su consecuencia, la prosperidad de una sociedad. El problema ha radicado en que a veces se prescinde de lo cierto, lo ontológico, y se acude a la ficción agradable y a la percepción, a veces tan alejada de la realidad de las cosas. En la elección nos va mucho en ello. Sin lugar a dudas, la responsabilidad obliga a enfrentarse a lo real y ontológico por desagradable que sea, cruzar de una vez al otro lado del espejo y abandonar el país de las maravillas para volver a la realidad y encargarse de solucionar los problemas de verdad. No estamos en una situación que permita crear problemas artificiales e inexistentes, como ha ocurrido en ocasiones, puesto que ello no sólo sería un acto de irresponsabilidad, sino un pecado democrático. La actual situación requiere una fuerte dosis de responsabilidad y entrega.
✕
Accede a tu cuenta para comentar