París
Dos mujeres y un corazón
La actriz francesa Charlotte Valandray sufrió un trasplante y, a partir de ese momento, cambiaron sus gustos, su forma de ser y se enamoró del viudo de la mujer de la que recibió el órgano
El corazón de una desconocida palpita en su pecho... Y sus latidos son la hoja de ruta silente que le guían hasta el marido de esa extraña. Charlotte Valandrey tenía 17 años cuando consiguió un Oso de Oro y un César como actriz revelación por la película «Rouge Baiser»; al año siguiente todos sus sueños se hicieron añicos al descubrir que era seropositiva. Mientras los papeles en cine y teatro se le escapaban por entre los dedos, como gotas de agua, su corazón se «moría» lentamente, tanto por la sobredosis de medicamentos para contrarrestar el VIH como por «el exceso de emociones». Aunque en el ínterin logra casarse y alumbrar a su pequeña Tara, afortunadamente seronegativa, llegaría el duro tiempo del divorcio y dos infartos. Su corazón no podía más.
El 4 de noviembre del 2003, la generosidad de las segundas oportunidades, le regalaría un corazón. Tras el éxito del transplante, todo su periplo vital terminó siendo carne de libro en «L'amour dan le sang». Llegaron las buenas cifras de ventas, las entrevistas y las primeras cartas de admiradores. Una en concreto la dejó sin aliento. Rezaba: «Conozco el corazón que late dentro de usted; yo lo amaba».
Las misivas del desconocido fueron la piedra angular, pero no la única señal que no encajaba en su «normalidad» antes de la operación de transplante. Poco a poco fueron llegando a su vida un paulatino cambio de gustos –podía beber vino y comer tarta de limón, que hasta ese momento aborrecía–, de creencias, algunos «déjà-vu» muy intensos como el experimentado en el Taj Mahal de la India... Pero, sobre todo, las reiteradas y vívidas pesadillas que coincidían todos los meses en torno al aniversario de su intervención. El argumento es siempre el mismo: Charlotte circula en un coche, «voy junto a un hombre sin rostro que ocupa el asiento del copiloto e intenta acariciar un collar que no reconozco como mío; la lluvia golpea el parabrisas hasta que me invade una luz blanca y todo termina, porque penetro en su resplandor». El periplo para intentar conocer más datos sobre la propietaria del corazón que late en su pecho, se le hace imposible, pues las leyes en Francia –al igual que en España y a diferencia de EE UU– impiden que donante y receptor se conozcan.
Nueva personalidad
La actriz necesita comprender qué le está ocurriendo, a qué se deben ciertas transformaciones de su personalidad y los motivos de sus pesadillas recurrentes. Para ello, se sumerge en los misterios de la controvertida «memoria celular». ¿Es posible que un transplantado sienta «algo» proveniente de su oneroso donante –filias, sueños, fobias, gustos–. «Según los testimonios que he manejado, sí. Es un fenómeno poco frecuente, pero hay algunos casos bien documentados, como el del Claire Sylvia, una bailarina estadounidense que recibió un doble trasplante de pulmón y corazón. Al poco de ser operada, experimentó cambios e incluso afirmaba saber el nombre de su donante, información prohibida a la que no se puede tener acceso. Tras una larga investigación, pudo descubrir que se llamaba como ella decía y que los cambios que había percibido estaban íntimamente relacionados con él», argumenta Clara Tahoces, autora de «El otro» (Minotauro) que partía de una premisa muy parecida.
No son pocos los receptores que afirman haber experimentado transformaciones en su personalidad, en sus gustos culinarios, musicales, aficiones y hasta en sus preferencias sexuales. Cambios que coinciden con la forma de ser de los donantes. Sostienen, incluso, que pueden recordar detalles de las vidas de estos últimos. Como si, junto con el órgano de otro sujeto, les fueran trasplantados, de alguna forma, aspectos de la personalidad del donante.
Tal vez una parte de esa abstracción que llamamos alma. No en vano «el corazón es el órgano más carismático y fascinante del ser humano», afirma el cirujano Josep Maria Caralps, responsable del primer trasplante de corazón en España en el año 1984. Y propone una tesis que ha revolucionado a la comunidad médica: «Es muy probable que el corazón genere sus propios sentimientos y emociones, cuyo transmisor es el cerebro». Los electrones que tienen las células a su alrededor podrían producir ondas de muchos tipos, capaces de guardar en su memoria o difundir esta sabiduría del corazón. Esto lleva a pensar que este órgano todavía guarda muchas sorpresas. Una de ellas, las neuronas que se han encontrado en él. ¿Quién sabe si tienen una función más allá de la de simples células nerviosas que rigen la contracción del corazón y su sincronización? ¿Y si hubiese muchas cosas que el corazón sabe y el hombre aún desconoce?
Memoria del otro
Poco tiempo después de dejar de recibir «misivas» del extraño, Charlotte interpreta en el teatro una obra llamada «La memoria del agua». Día tras día recibe la visita, en primera fila, del mismo hombre que le va regalando flores que inundan su camerino tras cada representación. Al entablar contacto, «él me dijo que su nombre era Yann y que estaba en proceso de divorcio. Entre nosotros nació una bella historia de amor, hasta que un día descubro que tuvo una esposa y que murió en accidente de tráfico, tras colisionar con un camión ¡El 4 de noviembre del 2003! Odiando como odio la mentira, y habiendo sido siempre sincera respecto de mi vida me sentí traicionada –revela la actriz–. Aunque el nunca ha confesado ser el autor de las cartas yo sigo pensando que es él, y mi donante de corazón su fallecida esposa».
La autora se basa, además, en una artículo de prensa leído tiempo atrás en el que una doctora de treinta años sufrió un accidente mortal contra un camión, cuyo conductor salió ileso y que fue trasladada en coma al hospital donde horas después ella se sometió a la intervención... El único transplante de corazón que se produjo en París fue ese día: el 4 de noviembre.
Para la psicóloga Sara Solano –terapeuta del Gabinete Ecubo–, «nuestra dualidad cuerpo-mente nos puede jugar una mala pasada cuando alberga una parte corporal que proviene de otra persona. Nuestra sugestión puede tendernos trampas psicológicas que afectan a la conciencia. Ese tipo de relación de "mente agregada"no está probada psicológicamente como casos de "recordar vidas pasadas"».
Este «corazón roto y restaurado» ha seguido latiendo. Ha vivido recaídas, ha cuidado de su hija Tara, ha interpretado algunos papeles... Se vio privado de Yann durante más de un año. Para saber si a día de hoy se resguardan el uno en el otro habría que culminar el «ochomil» emocional del libro donde cuenta todo. Un libro por una mujer que entona una nueva señal de la cruz: «En el nombre del Padre, del hijo y del corazón».
Matesanz: «Es Un Ejercicio de fabulación»
El doctor Rafael Matesanz, coordinador de la Organización Nacional de Trasplantes, se muestra escéptico aunque todas estas historias le merecen una profunda reflexión: «Respetando la sensibilidad, no debe otorgarse un ápice de credibilidad. Al narrar su experiencia, el paciente está haciendo un ejercicio de fabulación. Si se trata de un corazón, este factor emocional es aún mayor». Sugiere a su vez que la legislación en EEUU favorece este fenómeno al permitir conocer la identidad del donante. En España –como en Francia– y en otros muchos países esta posibilidad queda descartada, ya que la ley garantiza el anonimato en la donación y el trasplante. Sus palabras son tajantes: «En las células somáticas del órgano trasplantado no existe ninguna memoria que se pueda traspasar al receptor. Creer lo contrario no cuadra con el conocimiento científico».
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