Hollywood

El caramelo de Cultura se convirtió en tarta para potenciar la identidad

La Consejería no ha despolitizado los medios públicos y ha aprobado una Ley del Cine que estudia el Constitucional

 
 larazon

El caramelito de Cultura le tocó a ERC. Y pusieron al frente de la consejería a Joan Manuel Tresserras, doctor en Ciencias de la Información y buen profesor de la UAB. Extrañó que no fuera un hombre del partido quien fuera a dirigir una de las consejerías de mayor lucimiento y que no se ha afiliado hace un par de semanas, como gancho para intentar minimizar la debacle de ERC, pero le escogieron porque Cultura también pasó a englobar los medios de comunicación de la Generalitat. El caramelo pasaba a ser una gran tarta.

Su primer cometido era redactar una nueva ley para los medios públicos. Vendieron que despolitizarían la televisión y la radio, como la BBC. Pero, la Ley de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals no lo ha conseguido. Los partidos siguen poniendo a su gente en los órganos de control y no se ha eliminado de la televisión aquello que el diputado socialista Joan Ferran denunció como «costra nacionalista». Si la BBC era el modelo televisivo, para repartir las ayudas culturales han creado el CoNCA, un Arts Council a la catalana. Los frutos están por ver, aunque su primer responsable dimitió pronto.

Mirar a Inglaterra está muy bien, pero la consejería tenía que dar el do de pecho con la «identidad nacional». Tresserras estaba totalmente de acuerdo en que los autores que usan el español como lengua literaria no fueran a Franfort en 2007, cuando la cultura catalana era la invitada de honor, con dinero público. Era el momento de marcar perfil y lo hicieron, aunque la guinda estaba por llegar. Es la Ley del Cine, que el PP ya ha recurrido ante el Constitucional. El motivo: obliga a traducir al catalán la mitad de las copias de las películas extranjeras. No gusta al sector, ni siquiera a la Academia del Cine de Cataluña. Ya lo intentó CiU cuando gobernaba y se frenó porque Hollywood se opuso. Eso ahora les ha importado poco, lo han hecho «por el país». Por el camino, a Tresserras se la ha escapado el archivo fotográfico de Centelles, que sus hijos vendieron al Estado. Y se niega a devolver el arte sacro a Aragón.