España
El déficit en Europa
La señora Merkel no cederá: cada estado de la zona euro debe reequilibrar sus finanzas públicas. El equilibrio presupuestario ha sido introducido en la constitución alemana, y es de temer que la señora Merkel lo exija también de cada país de la zona euro. La exportación de la virtud alemana sobre las finanzas públicas europeas no es algo coyuntural. Con ocasión de la crisis griega resaltan todas las frustraciones nacidas de la incapacidad para aplicar el difunto pacto de estabilidad; y la rigidez alemana, finalmente victoriosa, compensa estas frustraciones con un exceso manifiesto de exigencia. En esta situación, ¿qué pueden hacer los países PIGS (Portugal, Italia, Grecia y España)? Sentados en el banquillo de los acusados por engaño, inercia y blandura, prometen ahora un rigor completamente nuevo para ellos. ¿Quién puede suponer que esto no tendrá consecuencias políticas? Si la derecha y la izquierda no saben aplicar en Europa sino una misma política de deflación, la deducción de los ingresos y del consumo, con una política que origina desempleo, está claro que el sistema no podrá aguantar. Tras las manifestaciones llegarán las huelgas, los motines, las luchas en la calle, los muertos. Luego habrá elecciones y, en todos los países, de manera ineluctable, se hará democráticamente con el poder una extrema derecha ultranacionalista, antieuropea, que incitará al país concernido a salir del euro y de Europa. ¿Es lo que Alemania quiere que ocurra?
Cegados por un falso análisis de la hiperinflación de 1923, que fue provocada deliberadamente por la República de Weimar para devaluar las reparaciones, y en lo más mínimo para relanzar la economía, Alemania tiene una fobia enfermiza y ciega de la inflación. Sin embargo, la inflación «aceptable» de la que se habla en el BCE no sobrepasa el 2% anual y no tiene nada que ver con la hiperinflación. Pero esta fobia determina todo el pensamiento económico alemán y es de temer su extensión irreversible al BCE directamente, cuando Axel Weber asuma su Presidencia. Desdichadamente, Alemania está en situación de imponer estas condiciones. Los que deseen quedar dentro de la zona euro deberán equilibrar sus finanzas públicas. Los que salgan marcarán el contrapunto: al volver a sus monedas nacionales no harán sino entrar en una espiral negativa de devaluaciones masivas y de empréstitos a tipo de usura. Pero ¿qué perspectivas de crecimiento tendrán a su disposición los que hagan el esfuerzo de la virtud para evitar la catástrofe social?
Para evitar la recesión europea, se habla de «gobernabilidad económica». ¿Qué gobernabilidad puede existir si no hay ningún margen de maniobra? Se habla de presupuesto europeo. ¿Con qué recursos? ¿Con qué nuevos impuestos? Está claro que se necesitarán como mínimo diez años para crear un impuesto europeo. Pero mientras tanto, ¿qué hacemos? ¿Miramos cómo se suceden los motines?
Frente al déficit de Europa, el único margen de maniobra consiste en crear un déficit europeo. Efectivamente, es paradójico que se autorice a la Comisión Europea a pedir prestados 40.000 millones de euros para prestar a su vez a los estados miembros sin hacer nada para financiar inversiones europeas. Ahora bien, la Comisión es seguramente el mejor prestatario de Europa, el que puede obtener los más bajos tipos del mercado, incluso más bajos que los de Alemania. ¿Cuál es el déficit aceptable? Tomemos la palabra a los del rigor ejemplar: un 3% nos basta ampliamente. El presupuesto europeo alcanza 140.000 millones de euros, o sea, el 1% del PIB europeo. Autorizar un déficit del 3% significa multiplicar los recursos por cuatro, sacar 420.000 millones de euros suplementarios, o sea, 14 veces el «gran empréstito» francés, y todo ello cada año.
¿Qué hacer con 420.000 millones de euros al año? Por supuesto, inversiones y no gastos de funcionamiento. Inversiones en las infraestructuras: de una vez por todas, un tren europeo de alta velocidad que una todas las capitales europeas y que acerque el sur de Europa.
Inversiones en el coche eléctrico, con la creación de una red paneuropea de áreas de servicio para coches eléctricos, que permitan reducir ecológicamente nuestra dependencia al petróleo importado. Inversiones en la creación de una red europea internet de gama ancha, por fibra óptica y por satélite, que llegue hasta las regiones más recónditas de Europa. Inversiones en la formación y en la investigación, con polos de investigación bien repartidos en el norte y en el sur de Europa. Estas inversiones, además de su efecto multiplicador «keynesiano» (tan olvidado en estos tiempos monetarios), tendrían un efecto estructurador sobre la oferta y permitirían rentabilizar numerosas iniciativas individuales, especialmente en el sur de Europa.
Mejoraría la movilidad de los trabajadores, actualmente muy reducida, de los estudiantes, actualmente en baja, y permitiría realizar este famoso «gran mercado» que sigue siendo hoy un señuelo en numerosos aspectos.
Con un déficit europeo limitado al 3% del PIB, que se añade al 3% de cada estado-nación, el déficit global de la zona euro quedaría estable en el 6%, índice actual medio de los déficits nacionales. La reducción de los déficits nacionales del 6 al 3% no tendría por consiguiente el efecto deflacionista tan temido y, hasta lo contrario, podemos pensar que la asignación de la mitad del déficit global a proyectos europeos estructuradores aumentaría su eficacia. De este modo, la crisis europea podría haber sido superada, y la dinámica estaría relanzada. El déficit de Europa pertenecería al pasado.
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