Casas reales
La realista boda de Guillermo V por Andrés Merino Thomas
Con su mediático y emocionado sí quiero de hoy, Guillermo Arturo Felipe Luis Windsor deja atrás todo estéril debate sobre supuestos inconvenientes de su enlace. Sobran ya discusiones bizantinas en torno al carácter de un matrimonio que los puristas continuarán afanándose en clasificar.
¿Una ceremonia de Estado? Es «sólo» el nieto de la Reina, pero mil novecientos invitados congregados en la Abadía de Westminster son muchísimos más que los asistentes a cualquiera de las bodas de sus antepasados, por ejemplo, de la dinastía Tudor, en el siglo XVI. ¿Un compromiso desigual? Quienes aún emplean el término plebeya desconocen que Inglaterra es el reino europeo más veterano en acoger en palacio a consortes nacidas fuera de la realeza. ¿Demasiados efectos especiales, un diseño mediático, el canto de cisne de una monarquía que se extingue? Cientos de millones de personas van a presenciar cómodamente ante el televisor o internet una boda real… y realista.
Los Windsor poseen lo que históricamente podríamos denominar una formidable capacidad de retroalimentación dinástica, de renacer tras situaciones de crisis, a veces desde auténticas cenizas, para alzarse como referencia de cualquier familia real europea. A la muerte de Diana de Gales, que a punto estuvo de acabar con la imagen de la Corona, siguió en pocos años la formidable administración de la popularidad de la Reina madre con motivo de su fallecimiento a los 101 años en 2002, y las bodas de oro de Isabel II en el trono. El desarrollo acompasado de la difícil digestión de Camila Parker como duquesa de Cornualles y –no lo duden– futura reina consorte, se complementa ahora con esta boda.
Desde Clarence House, Gabinete del Príncipe de Gales, se filtra convenientemente que –oh, qué deliciosa casualidad– ha sido la propia Camilla quien convenció a la juvenil novia, hoy ya Princesa Catherine, de la conveniencia de lucir tiara en la cena de celebración posterior a las nupcias… El nuevo matrimonio sabe perfectamente que el Palacio de Buckingham es un edificio frío, imposible de calentar en invierno. Y que reinar, aunque sea nominalmente, en dieciséis países repartidos por cuatro continentes, requiere mucho más que sutiles equilibrios familiares cenando salmón en Balmoral.
Contrayendo matrimonio en pleno reinado de su abuela, el futuro Guillermo V demuestra saber administrar los tiempos. Por fecha de nacimiento, al ser casi dos décadas menor que la mayoría de los actuales herederos europeos, con mucha probabilidad un día le corresponda ser una especie de «primus inter pares» entre los monarcas europeos si pervive esa extraña idea extendida de que la más genuina monarquía es la británica. Aunque el más fotografiado Palacio Real londinense sólo permita que 19 de sus salones oficiales acojan a 650 invitados para el almuerzo de gala que sigue al enlace, dejando fuera a dos tercios de los asistentes a la ceremonia. En fin: otros palacios meridionales permitieron no hace muchos años que ninguno de los convocados a la boda de otro heredero dejasen de sentarse ante, por cierto, la mejor colección de tapices del mundo.
Andrés Merino Thomas - Especialista en Casas Reales
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