Bruselas
Qué huelga
La inédita agresividad de la huelga del 29-S contrasta con su vacuidad, con su carencia de contenido ideológico. Todo este lío para nada. Ni el Gobierno pensaba parar su reforma laboral ni había verdadera convicción en los sindicatos para pedirle una marcha atrás semejante, que sería impresentable ante Bruselas y Wall Street. Para ratificar su teoría posmoderna, hace veinte años Baudrillard dijo que la primera Guerra del Golfo «no había tenido lugar». Cuando sus colegas se le echaron encima acusándolo de «amoralista cínico», el filósofo tuvo que apostillar que «las consecuencias de lo que no había tenido lugar podían ser tan graves como las de un acontecimiento histórico». En el caso del 29-S, ni eso. La pantomima sindical de anteayer, tan políticamente virtual como escénicamente brutal, «no tuvo lugar» y la prueba es que sus consecuencias son nulas. Estamos ante una huelga inexistente que necesitaba de la violencia para hacerse verosímil. Estamos ante la primera huelga posmoderna de la Historia, ante un simulacro total sin modelo siquiera al que simular ni «enemigo real» porque el Gobierno halaga y a la vez desoye a sus convocantes, pero no le pasa nada porque también es virtual. Estamos ante «la huelga de Chiquilicuatre» y nos hacemos la misma pregunta que con la canción de éste. ¿Qué canción? ¿Huelga? ¿Qué huelga? ¿Política? ¿Qué política? ¿Gobierno? ¿Pero hubo realmente una vez un Gobierno de Zapatero? ¿Pero alguna vez se presentó realmente España a aquel Festival de Eurovisión?
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