Elecciones

Los viejos rockeros por Alberto Carnero

La Razón
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Lo más probable es que Daniel Ortega sea reelegido presidente de Nicaragua, el país más pobre de la América continental. El viejo revolucionario quiere seguir en el poder y con los años parece haber aprendido algunas mañas de la política electoral. El pacto vigente desde hace mucho tiempo entre el ex presidente Alemán –condenado a veinte años de cárcel por corrupción, y hoy libre y también candidato a la Presidencia– y el ex guerrillero es la base del bucle político en el que está atrapada la sociedad nicaragüense.

Una muestra del deterioro institucional en Nicaragua está en la propia candidatura de Ortega. Ésta fue avalada por la Corte Suprema y por el Consejo Supremo Electoral, siguiendo las instrucciones del poder sandinista e ignorando el tenor literal del artículo 147 de la Constitución, que prohíbe una candidatura como la de Ortega. En democracia, la Ley es el origen del poder. Para los populistas, el poder es el origen de la ley. La oposición llegó dividida a las elecciones. El principal candidato, Fabio Gadea –consuegro de Alemán– no puede sumar las fuerzas necesarias para presentar una alternativa viable mientras Alemán haga el juego a Ortega (poder a cambio de impunidad) y arrastre un porcentaje clave del voto liberal.

Pero sería un error pensar que Ortega no es popular. Ha conseguido transformarse de revolucionario iluminado en populista con chequera. Chávez ha financiado generosamente sus programas de clientelismo político. A diferencia del caudillo venezolano, Ortega ha permitido los negocios privados, siempre y cuando los empresarios tuvieran claro que el poder político estaba reservado para él. Este panorama no es una buena noticia. Nicaragua, la nación más pobre de una región tan estratégica como vulnerable al poder perverso del narcotráfico, no merece quedar atrapada en la corrupción, la falta de limpieza democrática y la debilidad institucional.