Cuba

Alan D Solomont: «Diferimos con España en cómo lograr la democracia en Cuba»

Solomont asegura que «nadie quiere bajas en Afganistán, pero tampoco otro 11-S ni otro 11-M»

El embajador muestra la instantánea de Ruth Orkin
El embajador muestra la instantánea de Ruth Orkinlarazon

MADRID- Antes de llegar a España, Alan D. Solomont (Boston, 1950) hizo a su mujer tres promesas. Irían a cenar solos una vez a la semana, vivirían una vida sencilla a su vuelta a EE UU y se marcharían de Madrid si no eran felices. La tercera parte de esta declaración de intenciones parece cumplida. Este exitoso empresario y mecenas de la campaña de Obama lleva diez meses de dulce misión en España. La «conjunción planetaria» le ha deparado un buen momento de las relaciones bilaterales, al margen de algún feo, como el plantón de Obama a Zapatero en junio, y algún desa-cuerdo sobre Cuba.

–¿Van a castigar los americanos a Obama mañana en las urnas?
–No creo que se trate de castigar al presidente. Es un hecho que la popularidad de Obama ha bajado hasta cerca del 50 por ciento, pero es bastante común que el partido del presidente pierda escaños en las elecciones de mitad de legislatura de su primer mandato. Además, la economía está en un mal momento y la tasa de desempleo es alto. Cuando Ronald Reagan estaba en la Casa Blanca ocurrió exactamente lo mismo. Obama fue elegido bajo la promesa del cambio y los ciudadanos a veces son impacientes. De todas formas, las metas del presidente y su compromiso no van a cambiar un ápice del uno al tres de noviembre: atender los problemas de la clase media, cambiar la manera en que EE UU se relaciona con el mundo y la forma en que funciona Washington.

–Pero va a ser aún más difícil de lograr si los demócratas pierden la mayoría en el Congreso.
–Ya veremos qué ocurre, pero aunque no se pierda la mayoría va a ser más difícil. No hace falta ser adivino para anticipar que se van a perder escaños, lo que no sabemos es cuántos. Obama tomó posesión durante la peor recesión desde los años 30 y salvó a la economía americana, si no a la mundial, de la debacle. La recuperación es más lenta de lo que querríamos, pero EE UU está en el buen camino. Además, ha promulgado la reforma sanitaria, una aspiración que tuvieron todos los presidentes desde Truman y que ninguno consiguió. Una de las características de Obama es que no tiene miedo de perseguir sus objetivos de forma persistente y resuelta cuando cree que benefician a los americanos y al mundo. La paz en Oriente Medio es un buen ejemplo de ello.

–¿Cuál ha sido el error de Obama? Da la impresión de que ha perdido su privilegiada interlocución con el electorado.
–No creo que haya cometido errores. Lo que más admiro de él es que lo que ves es lo que hay. Hace lo que dice que va a hacer y siguiendo el guión previsto. Es cierto que ha habido algunas decepciones, algunas cosas que han resultado más difíciles de realizar de lo esperado, sobre todo el cambio del funcionamiento de Washington. Sé que es una frustración para él, pero no se ha rendido. Sólo tienes que ver cómo ha fichado a republicanos para su Gabinete, como el secretario de Defensa, Robert Gates, o contrincantes de su partido, como Hillary Clinton o Joseph Biden. Lo cierto es que Obama esperaba que los dos partidos hubieran hecho frente común para salir de la crisis y se ha sentido decepcionado.

–¿La falta de cooperación entre republicanos y demócratas es una de las peores lacras de la política estadounidense?
–Sí. Creo que el presidente diría lo mismo. Compartimos con España el incremento del partidismo enfocado a obtener réditos políticos. Obama fue elegido presidente de todos los americanos para responder a los problemas de todos los americanos, no sólo de los demócratas. Esto no es nuevo en la historia de nuestro país. Los grandes líderes tratan de buscar el consenso y ponen por delante las necesidades de la gente a los intereses de su partido.

–¿Será el «Tea Party» una moda pasajera o durará?
–El propio Obama ha dicho que se trata de una amalgama de voces diferentes, algunas nada nuevas. Hay que tener en cuenta que vivimos en un entorno mediático muy diferente al de hace unos años. Ahora se da mucho más voz a las corrientes alejadas del pensamiento dominante que hace dos décadas. Tampoco es lo mismo la elección de presidente, que es una discusión nacional sobre el rumbo que debe tomar el país, y que ya hicimos en 2008, que unos comicios legislativos.

–¿Qué le parece el nuevo Gobierno español? ¿Conoce a «Trini»?
–Sí, estuve con ella en la recepción del Día Nacional. Es fantástica. Los líderes tienen que tomar decisiones. Realmente me ha gustado trabajar con Moratinos, un diplomático ejemplar, pero creo que quizá Pérez Rubalcaba ha sido el mayor cambio. Con él hemos colaborado en asuntos de seguridad nacional. Los dos son grandes amigos de EE UU y creen firmemente en la relación con España. De todas formas, no me toca a mí evaluar estos cambios.

–Una de las asignaturas que deja pendientes Moratinos es cambiar la Posición Común de la UE sobre Cuba tras la liberación de 42 presos de conciencia.
–Compartimos con España la misma visión de las metas que se deben conseguir en Cuba, pero diferimos en los métodos. Para nosotros lo importante es que la isla se mueva hacia la democracia y el respeto de los derechos humanos. En este contexto, la liberación de presos políticos es positiva, pero no estamos seguros de que se hayan llevado a cabo cambios fundamentales.

–De hecho, están más de acuerdo con el PP que con el PSOE en lo que a Cuba se refiere.
–Insisto en que compartimos con España una visión común sobre las metas en Cuba. Y esto es común a todos los partidos, el deseo de una Cuba democrática, al margen de la forma de lograrlo.

–¿Cómo fue su visita a las tropas españolas en Afganistán?
–Fue una experiencia muy positiva. Tenéis que estar muy orgullosos del trabajo que están realizando allí. He visto claramente que la seguridad de España y EE UU están ligadas directamente a la seguridad de Afganistán. No hay que olvidar nunca que estamos allí para protegernos y para impedir que la región sea un nido de terroristas y una plataforma para atentar en nuestros países.

–¿Qué haría falta para que los españoles apoyaran la misión como muchos estadounidenses?
–Yo sí pienso que han respaldado la misión. Hay muchos hombres y mujeres jóvenes que van allí a servir y se portan de forma heroica. El país está orgulloso de ellos aunque el apoyo haya fluctuado del 60 por ciento, en su momento álgido, al 30 en el más bajo. La gente entiende que una parte importante de la misión es la ayuda humanitaria. Nadie quiere bajas en sus filas, pero tampoco otro 11-S o 11-M.

–¿Corre el riesgo de convertirse en un nuevo Vietnam?
–No lo creo. Estamos en Afganistán para proteger a nuestra propia gente del terrorismo y la violencia y trabajamos con nuestros aliados por el mismo motivo.

–¿Es realista entonces creer que la retirada total está cerca?
–No uso la palabra retirada sino transición. Tenemos un compromiso a largo plazo con los afganos para ayudarlos a construir su país. En términos de seguridad, el plan es traspasar al Ejército y la Policía afganas la responsabilidad. Esto permitirá retirar tropas con unas condiciones precisas y con una constante reevaluación para tomar nuevas decisiones.

–¿Es China una amenaza mayor para EE UU que el islamismo?
–Es la segunda potencia económica mundial. Estamos cambiando nuestra forma de relacionarnos con ellos para encontrar puntos de interés común y colaboración, para asumir juntos la responsabilidad que nos toca como naciones poderosas. La crisis económica ha sido mundial y requiere una respuesta al mismo nivel.

– Ellos parecen muy dispuestos a ocupar su lugar.
–Aún son mucho más pequeños, aunque sean la segunda potencia, y es un hecho. De todas formas, ya no miramos el mundo en términos de hegemonía o dominación. No se puede levantar muros para protegerte del cambio climático, el terrorismo o la crisis.

–Como judío, ¿observa muestras de antisemitismo en España?
–Estoy impresionado por el esfuerzo del Gobierno por mirar atrás y recuperar el legado de la comunidad judía en España. Desgraciadamente, hay antisemitismo en todo el mundo. En EE UU lo hemos sufrido también, así que no vamos a dar lecciones a nadie.

–¿Hay alguna posibilidad de que Obama venga a la cumbre de Barcelona tras el plantón de junio?
–Lo importante no es quién visita a quién, sino la buena relación que hay entre los dos países. Europa y España son socios muy importantes y no creo que nadie lo ponga en duda.

–¿Cómo es el presidente en la distancia corta?
–Es convincente porque es genuino, algo poco común en política. No creo que él se esperara los retos que ha tenido que afrontar nada más llegar. Como su amigo y admirador, esto me apena, pero a la vez me alegra porque sinceramente creo que el mundo estaría en una situación peor con cualquier otro líder en su lugar.


Brusco despertar de América
¿Cómo definiría la América post 11-S?
Fue un brusco despertar. Hasta entonces habíamos vivido con el privilegio de tener todo ese gran territorio para nosotros, como entre algodones. Aunque estábamos implicados en distintos conflictos, éstos no tenían lugar dentro de nuestras fronteras. Por eso la transformación más importante tiene que ver con lo conectado que está el mundo: lo que ocurre en una parte del globo afecta a la otra parte. América no esta sola y no puede estarlo en este mundo. Éste es el cambio más profundo y refleja el universo en el que vivimos ahora. El presidente Obama lo tiene muy claro y, de hecho, es la base de cómo ha cambiado la forma en que EE UU opera en el resto del planeta. Ya no actuamos como si estuviéramos solos, y esto incluye a antiguos y nuevos aliados. En este sentido, es muy significativa la forma en que el presidente ha redibujado por completo la relación con Rusia.



Un apasionado de la fotografía y del arte contemporáneo
El embajador de EE UU en España ha convertido la residencia oficial de la calle Serrano en una galería de arte. Solomont se pasea entre fotografías y obras contemporáneas con su perro, Stella Blue, jugando entre sus piernas mientras muestra con orgullo la colección. Frente a la fotografía «Una americana en Italia», de Ruth Orkin, se detiene. «La chica acabó casándose con el joven italiano de la Vespa», explica. Este empresario de origen judío, que amasó una fortuna en el sector de las residencias geriátricas, ya se enamoró de España cuando la recorrió en la Navidad de 1971, pero nunca imaginó que volvería como embajador. «Sabía que venía a un país maravilloso, con una gran historia, pero no era consciente del clima que iba a vivir, de la cantidad de cielo azul que hay aquí». Casado y padre de dos hijas, Solomont habla del presidente Obama casi con devoción. No en vano fue su principal donante de Nueva Inglaterra durante la campaña electoral. Cree que el mundo sería peor sin el actual inquilino en la Casa Blanca, y afirma estar dispuesto a quedarse en Madrid hasta que el líder demócrata disponga. Lo considera el «mayor honor» de su vida y no cree que, después de ésta, haya «montañas más altas» que quiera escalar.