Feria de Valencia
A El Juli no se le resistió
Pamplona. 8ª de la Feria de San Fermín. Se lidiaron toros de Victoriano del Río, terciados de presentación, nobles y de buen juego, el 3º, el mejor; el 6º, rajado. Lleno. Curro Díaz, de azul marino y oro, pinchazo, estocada desprendida (saludos); cuatro pinchazos, media, ocho descabellos (silencio). El Juli, de verde oliva y oro, buena estocada (oreja); estocada baja (dos orejas). Miguel Ángel Perera, de azul marino y oro, estocada baja (oreja); dos pinchazos, estocada (silencio).
El Juli no se quiso perder San Fermín y no vino a pasar el rato. Tiene Julián la buena costumbre de no perder el tiempo con los toros y no repetir la misma faena a todos. Por eso interesa verle: le funciona la cabeza y despliega su arsenal con sibilina maestría. Se lo sabe todo y nos hace creer que es fácil lo difícil. Luego llegan las comparaciones y recobramos la realidad. De principio a fin, todo lo que lleva a cabo en el ruedo tiene un sentido, se adelanta al toro, lo ha analizado, estudiado, no repite las coordenadas del día anterior. Esperó su primero, segundo de lidia, en banderillas, apenas había querido caballo, y esperaba El Juli con ansias. Se le vislumbra allá donde esté. A partir de ahí, ya fue todo un devenir. Por la diestra le alargó el viaje una eternidad y en un par de tandas crujió al de Victoriano del Río por abajo. Se entregó el toro que tenía la virtud de la prontitud, aunque se acabó pronto y salió entonces con la cabeza alta. Julián no renunció a la continuidad. No tuvo otra opción el astado que acudir: siempre tuvo el engaño ante sí, en los ojos, como anunciándole la dirección a seguir. Cuando se quiso dar cuenta la faena estaba resuelta y un estoconazo prendido en lo alto. ¿Se podía pedir más?
El quinto pasó ligero por el caballo, se dolió en banderillas y acudió raudo a la muleta. Antes del cite ahí estaba el toro. No desperdició El Juli las embestidas, que sometió y recompuso para hacer el toreo. Más a gusto por el derecho abundó en la faena. Se intuía que, a pesar de que a estas alturas ya no le importen las orejas, El Juli no se quería ir andando de la plaza. Y no se fue. La estocada baja no fue óbice para las dos orejas del toro, que había colaborado todo y más en la muleta, le acompañaran en la salida a hombros triunfal. Se ajustaban así, tal vez, las cuentas del año pasado.
Lidió Victoriano del Río ayer el encierro más terciado de todos los sanfermines. Dicho esto, la corrida salió muy noble y buena para el toreo. La joya de la corona fue el tercero que quiso ir hasta el infinito y más allá en la muleta de Perera. ¡Y cómo lo hacía! Surcaba la arena en la embestida por ambos pitones. Le cortó una oreja el extremeño tras calentar el ambiente con una serie de circulares y otra de muletazos por arriba sin ceder un milímetro de su espacio. En lo fundamental, dejó alguna tanda buena en la que rompió al toro por abajo, pero se ensució la labor con enganchones sin llegar a alcanzar la rotundidad.
El sexto andaba justo de remos y remató cuando se rajó. Le vino grande la fiesta. Perera lo dio todo.
Curro Díaz abrió plaza con un toro terciado para ser Pamplona, 505 kilos marcaba la tablilla. El toro tuvo nobleza, se desplazó y también un punto de sosería. La labor del de Linares tuvo empaque y voluntad. El cuarto se movía pero no sabía lo que era humillar. Eso le dificultó después la suerte suprema y se acabó de enredar con el descabello. Mal final, no el de la tarde. Por fin, se abrió la Puerta Grande para que saliera un matador. A hombros se fue Julián. Qué claro lo tenía.
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