Concurso de violencia

Uno de los «tour de force» de «2666» consiste en la prolija enumeración de los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez. Es un ejercicio de justicia poética que Roberto Bolaño lleva a los dominios del neobarroco: hay que darle nombre a los muertos para que no sucumban al lenguaje de las estadísticas. Se trata de una lista interminable, como interminable es el rosario de torturas a las que es sometida Laura en el filme «Miss Bala», antes y después de ganar un concurso de belleza amañado por los narcotraficantes, que quieren utilizarla como chivo expiatorio en su guerra contra la policía mexicana. Gerardo Naranjo nos obliga a estar con ella, a saber sólo lo que ella sabe y a aceptar su pasmada pasividad y sus escasas motivaciones psicológicas para contar qué significa ser víctima de una guerra que no va contigo.

El recital de nombres de Roberto Bolaño no necesitaba de adjetivos: se calificaba a sí mismo en su condena del horror. Naranjo hace de los excesos de ese horror el tema de su película, colocando en el límite de lo discutible el tratamiento que hace de su protagonista, interpretada con admirable entrega por Stephanie Sigman.

Estamos seguros de que la crueldad del caso real en que se inspira esta cinta supera con creces el de la ficción, pero la insistencia con que el relato golpea a su heroína roza lo sensacionalista. La puesta en escena es astutamente inmersiva, con planos largos de seguimiento y tiempos dilatados de suspense, y la producción te agarra de las solapas hasta abandonarte, exhausto, en la nada. Como espectadores, tal vez se sientan tan maltratados como Laura.