Mariano Rajoy
El hombre tranquilo
De Mariano Rajoy han dicho estos años lo peor que se puede de un político. Desde llamarle «ladrón y traidor» (sic) hasta hacerle pasar por blando, apático, lento e inconsistente. El gallego tiene su forma de ser, y no la va a variar a estas alturas. Lo cierto es que del caos total presagiado hace dos años hemos pasado a la euforia de pensar que las elecciones están ganadas. Un ambiente triunfal del que Rajoy huye porque sabe que es lo peor que le puede pasar. El presidente del Partido Popular culmina un fin de semana pletórico de aplausos y sonrisas. Gloria Lomana le devolvió anoche a la arena al recordarle con mordacidad en Antena 3 que es mortal y que aún hay problemas internos abiertos en su proyecto. Cosa que Mariano sabe por mucho que sus antiguos verdugos se hayan transformado ahora en aduladores que sólo le ven virtudes. La cuestión es que el líder de los populares ha modificado radicalmente su imagen, incluso en la televisión. Está como más joven y suena a nuevo su discurso de siempre. Suena a ilusión. Transmite la idea de que es posible levantar el país, comenzar un tiempo político austero, sin «palabras floridas», en el que el principal objetivo sea crear empleo dejando atrás la fractura social y la continua improvisación zapateril.
Rajoy no ha cambiado tanto ni cuanto. Han cambiado otros. Él sigue siendo el mismo hombre tranquilo de siempre.
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