Congreso Extraordinario del PSOE
De premios y castigos
Todo el mundo imaginó que el portavoz natural del Gobierno, tras la salida de Rubalcaba, sería Ramón Jáuregui. Sus innegables cualidades para la comunicación, su honestidad personal e intelectual llevada al extremo en política, hombre conciliador, pactista de cara amable... Pues no.
El vasco nunca fue socialista predilecto de Zapatero y un par de errores de comunicación nada más aterrizar en La Moncloa le sepultaron para cualquier ascenso. Además, el presidente no buscaba una cara amable para la batalla final que hiciera de relator de los acuerdos del Consejo de Ministros, sino alguien de su más absoluta confianza. Estaba claro que, tras la designación de Rubalcaba como candidato, ese hombre era José Blanco, el más leal de sus colaboradores y el artífice de gran parte de sus éxitos políticos, incluida la victoria del mítico 35 Congreso Federal del 2000.
Quizá Blanco, a quien el presidente comunicó la decisión ayer por la mañana, alguna vez pensó en la vicepresidencia primera, pero una vez que Zapatero decidió amortizarla, ningún cargo como la portavocía del Gobierno para que su número dos en el PSOE volviese a lucir y desplegar sus cualidades políticas. Hay quien incluso cree que si lo de Jaúregui ha sido un castigo, lo de Blanco ha sido un premio para compensar que su figura quedara disminuida con la entronización de Rubalcaba. Lecturas aparte, el mensaje que se traslada es el de que Zapatero dará junto a Blanco la batalla final para intentar agotar la legislatura; que nadie como él podrá coordinar los mensajes del Gobierno con los del partido y el candidato y que el portavoz ha sido el que han querido el presidente y Rubalcaba para este final que promete ser de traca.
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