Casa Real

Yo Leonor

La Razón
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No me dejaron ver el episodio de «CSI Miami» donde salía Pau Gasol y pedí explicaciones a los sirvientes. Yo llamo así al servicio para estar insoportable y por encima, como corresponde al título, pero en cuanto se me encabritan, me pongo a llorar muchísimo, me acunan y se acaba mi reinado enano. Por qué, dije, no puedo ver a ese peazo español, prieto de carnes, saliendo en una serie extranjera y con un acento pasable, eh, vamos a ver, que me den una razón, que voy a ser la reina, concho. Pues lo que me dieron fue un azote y a la cama. Apareció mi hermana comiéndose unos torreznos con cuchara y en patatas revolconas y comprendí que lo que querían era dormirnos a ambas. A ella le dan comida para que llene ese espacio vacío, ese agujero negro, ese pozo sin fondo, y a mí, me acojonan.
Ayer volví al colegio y estaba la clase que se partía la caja y yo le dije a la señorita que, o se proyectaba en filminas lo de Telecinco, o hacía unas declaraciones explosivas sobre la merienda de plátano podrido y, ojo, claudicaron, los muy mierdas, que diría Arturo, el Pérez Reverte.
Me llevaron a un pupitre con un escudo, me sentaron con la espalda recta y me dijeron que Juanjo Puigcorbé se había enfadado porque no se reconocía haciendo del abuelo. Si Azcona se levantara de la tumba le daba un capón a este tío por vinagre y por mierda, también. Y por idiota, porque en sus películas estaba prohibido justificar la seriedad. Y me la pusieron la cosa, o sea, la serie. Nenita, dijo una voz, allá vamos, como el que te da la vez en el Dragon Khan. Así que acosté a mi hermana en agua salada como a un atún, me coloqué la almohada mariposa detrás del morrillo y me dispuse a seguir la historia de mis padres jamás aún nunca contada pero perpetrada. (Continuará)