Brasil

La primera batalla de Río

La Razón
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En Copacabana di mi plato a los «meninos da rúa» que me cercaban famélicos y me fui sin comer ni apetito. Una madrugada en la avenida Branco pisé dolorosamente las piernas a otro «menino» confundiéndole con trapos. Bajan de las favelas, viven y duermen unos días en las calles y playas, roban, menudean «maconha» (marihuana), alcahuetean putas, putos o travestis, y los comerciantes pagan por matarlos como perros rabiosos. En el primer viaje de los Reyes a Brasil, el Gobernador socialista de Río de Janeiro, Lionel Brizola, les subió al Corcovado, donde se yerge el gigantesco Cristo de brazos abiertos, y les mostró la desolación de las favelas que cercan Río, para explicarles convincentemente que la vieja capital brasilera no tenía dinero para agasajarles como merecían.
Al final la mafia carioca pagó los festejos y en la cena de gala un sicario se empeñó en sacar a bailar a la Reina. La Policía Militar no es la de las Fuerzas Armadas, sino la común que patrulla la ciudad con casco de acero y arma larga. Nunca subían a Rocinha, la más peligrosa, porque desaparecían sin rastros. Cara al Mundial del 14 y las Olimpiadas del 16 la batalla de Río no ha hecho más que empezar, hasta con los carros de la Armada.