Bruselas
La voz de la calle
La encuesta publicada por LA RAZÓN el pasado domingo ofrecía un dato que invita a la esperanza en estos tiempos de máxima incertidumbre. Casi las dos terceras partes de los españoles quieren unidad entre los partidos políticos para que la salida de la crisis sea esta vez verdad. El país no está para broncas y partidismos miopes cuando nos estamos jugando el futuro de toda una generación. Si los socialistas piensan en serio que su descalabro se ha debido a la situación económica deberían, además, bajar al detalle de los muchos errores que no son achacables a la coyuntura internacional, con la crisis de la zona euro a la cabeza, sino a la dejadez primero, y al descontrol después, de las medidas chatas y tardías que se tomaron en el escaso año y medio transcurrido desde mayo del 2010 y el pasado 20 de noviembre. Porque hasta que Bruselas no colocó a Zapatero entre la espada y la pared aquí seguíamos viviendo en la ciudad alegre y confiada mientras los países más serios de la UE se ponían manos a la obra para evitar, o al menos intentarlo, la caída libre en la que hemos entrado la inmensa mayoría de los miembros de la eurozona. Claro que ahora Alemania está empezando a tomar de su propia medicina tras el fracaso que supuso la semana pasada que no consiguiera colocar más que un sesenta por ciento de su deuda en los mercados. Es el momento de la unidad europea, pero sobre todo nacional. La izquierda, que bastante tiene con recomponer la figura, no puede confundir el ser la voz de la calle, como aseguran desde IU e incluso desde el PSOE, con que se den voces en la calle. En esta hora los sindicatos, acostumbrados como están, a vivir del contribuyente, tienen la oportunidad de convertirse en organizaciones del siglo XXI, y no de principios del XX. Ya va siendo hora de que UGT y CCOO piensen en los que necesitan trabajo y no sólo en quienes ya lo tienen.
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