Barcelona
Gimferrer: «Mad Men es una serie que está por encima de todas»
Este poeta ha colmado, hasta desbordar la copa, todas las promesas que podían esperarse de un «novísimo» de hace más de cuatro décadas. La resonancia de su lírica, que le llevó a figurar entre aquellos nueve autores seleccionados por Castellet, está muy presente, en su última «Rapsodia» (Seix Barral). Alto, «de torpe aliño indumentario» –como a quien esto escribe le fascina–, aficionado a las corbatas, la música y el cine
Su voz susurrante, sumada a su verbo rápido, te hacen implorar a la tierra que te engulla para no sentirte un anélido. Es uno de los mejores poetas vivos, académico y director editorial de Seix Barral pero, sobre todo, es un hombre sabio, al que uno podría «robarle cualquier idea» –como diría un antiguo jefe de quien esto escribe– para quedar sapientísimo.
–La justicia poética a veces es lenta: Álvaro Cunqueiro le hizo la reseña de su primer libro y hace sólo unas semanas, le homenajeaba usted en la RAE.
–En 1964, en el Faro de Vigo, reseñó mi primer libro «Mensaje del Tetrarca», cuando yo tenía 18 años. Ha sido emotivo hacerle este homenaje en el centenario de su nacimiento que coincidía con el treinta aniversario de su muerte.
–¡Y sin mirar un solo papel! Ahora que los políticos necesitan hasta Teleprompter.
–Tenía unas pequeñas anotaciones, pero es cierto que ni llegué a mirar. Era un guión muy sumario. Pero lo veo como algo normal. Lo he ido perfeccionando con los años. Parto de una idea, que se va desarrollando como en una espiral, hasta cerrarse sobre sí misma.
–¡Tendrá que acabar dando clases de auto ayuda para los que tenemos pánico escénico!
–Yo temía hablar en público cuando era muy joven, pero con la edad, uno se va acostumbrando.
–O quizá usted tiene mucho que contar, y otros –entre los que me incluyo–, no.
–Eso lo dice usted, que conste. A mí, por ejemplo, me maravillaba escuchar a Torrente Ballester. A veces, es obligatorio leer, como el discurso de la Academia, que no se puede improvisar, pero si puedes evitarlo, veo más conveniente ir desarrollando la idea sin papeles.
–¿Algún «pero» a la ortografía de la RAE?
–Me deja donde estaba; el escritor emplea la ortografía que desea emplear. Si Juan Ramón Jiménez hubiera ingresado en la Academia, cosa que no quiso hacer aunque se lo ofrecieron, hubiera seguido con su ortografía. Hay faltas gramaticales que los escritores cometen, sabiendo que lo son, por razones de expresividad.
–Hablando de su poesía, «después del Tornado, llegó la calma de la Rapsodia»
–No hubiera escrito la segunda, de no haber existido la primera... ¿Hubieras querido que te respondiera más extensamente?
–(Estamos bailando un vals, Sr. Gimferrer, sígame el paso...) Me han dicho que le gustaría aprender ruso para leer mejor a Tolstoi.
–Sí me gustaría haberlo aprendido, pero más que para leer a Tolstoi, para penetrar en toda la esencia de Pushkin. Pero, la etapa de aprender idiomas, creo que la cerré. Con los ocho o diez que leo, ya me voy manejando... Quizá sea tarde, para aprenderlo, ¿no?
–Pasando a la música: transita por el jazz, por Iron Maiden o por Madness, ¿nada le es ajeno?
–Me interesa mucho la música (el jazz; en música clásica: Monteverdi o Stravinski), pero para mí es más importante la pintura. Mientras que no toda la música me interesa por igual, sí me sucede con el arte.
–De flamenco nunca le he oído hablar..
–Pues es raro, porque me encanta, y creo recordar que alguna vez he hablado de jazz y flamenco, estableciendo ciertos paralelismos.
–Defiende que la poesía no es música, sino ritmo, pero ¿quién le gustaría que musicara un poema suyo?
–Ya han musicado obras mías hasta gente muy inesperada: en el terreno de la música sinfónica, el compositor Luis de Pablo. Y en el terreno de la canción, Quico Pi de la Serra. Siempre me parecerá aceptable si alguien sugiere algo y me parece oportuno.
–En «Interludio Azul» le proponía a su pareja cambiar la resignación por el rejuvenecimiento... ¿Cómo se triunfa sobre el tiempo?, ¿hay botox metafóricos?.
–Tanto la poesía como el amor, creo que, de alguna forma, triunfan sobre el tiempo.
–Tiene el amor su mecánica, como sus símbolos... ¿La política también?
–Sí pero reconocerá que son de otra naturaleza.
–Algunas de sus referencias cinematográfica son: «El imperio de los Sentidos», «Guardianes de la noche, «L´amour l´apres-midi». ¿El mejor cine de hoy está en las series de televisión?
–Es un tópico decir que el mejor cine está en las series. Hay muy buen cine actual, pero en un 90% no se estrena aquí. La exhibición en España es un desastre, es catastrófico e inaceptable. Lo que vemos es una mínima parte, y no la más interesante, del cine mundial. Si hablamos de series, me gusta «Mad Men» por encima de todas. Los Soprano también me interesaron, pero tuvo muchas etapas. Los episodios dirigidos por Peter Bogdanovich fueron lo que más me gustaron.
–Y el cine español... ¿Le interesa?
–Saura. Víctor Erice, aunque trabaje muy poco. Joaquim Jordà hizo cosas muy interesantes, y Portabella. Y entre los más jóvenes: Jaime Rosales, Albert Serra, Guerín y Guillermo del Toro, aunque no sea español.
–Esto me recuerda a Terenci Moix y su amor por el cine... ¿Intercambiaban muchas películas?
–Exactamente. Pero él era un cinéfilo histórico, excelente, pero, por decirlo de un modo gráfico: de Godard en adelante, no le interesaba nada. No obstante, teníamos una zona de intercambio, muy interesante.
–Según está el mundo, echa de menos la voz de Montalbán haciendo una lectura inteligente de la realidad en sus columnas?
–Claro, pero no sólo a él. También a Haro Tecglen y a otros. Estamos en transición entre dos formas: el columnismo clásico y el digital y con el tiempo tendrán que decantarse sendos espacios. Y hoy, por otro lado, está Isaac Rosa y su «Trabajar cansa», en Público.
–¿Cómo vive el regreso de José Tomás?
–Espero verle, si cumple lo anunciado, cerrando el festejo de la Mercé, en septiembre. Yo le he visto muchas veces y siempre en Barcelona.
–Por tanto, ¿el cierre de la Monumental le parecerá una aberración?
–Bueno, bueno... A ver qué termina pasando.
–¿Es una amenaza el libro electrónico?
–Está empezando y es pronto para saber qué evolución tendrá en los próximos años. Los problemas que plantea son de tipo legal y económico, ligados a los derechos de autor. Pero eso ya lo provocó la imprenta en el siglo XIX. Dickens sólo cobraba por lo que editaba en Gran Bretaña. En lo sustancial, cambia el soporte, pero se mantiene la transmisión de un texto escrito.
–Antes de despedirnos, hablemos de amor. ¿Es lo que nos salva?
–Hay amor físico, mental o moral. El amor nos permite una duplicidad: mirarse al espejo de la otredad, como decía Octavio Paz.
Cuando piensa en las maletas, Gimferrer no ve más que libros o dvd con los que aumentar su biblioteca y su cultura.
Un poeta, un sabio como Pere Gimferrer aprovecha el verano para ampliar su conocimiento y disfrutar de la cultura. Que el saber no tiene que tomarse vacaciones. La música, la pintura, la filología, la literatura, nada le es ajeno a Gimferrer, que también presume de corbatas, como se demuestra en la foto de arriba. Un café con él siempre es una segura brújula para caminar por el proceloso mundo de la cultura. «Este verano–asegura– iré con mi mujer a la bienal de Venecia. Llevaré algunos DVD que compré en Italia, porque de momento, mi maleta está virgen de libros y discos».
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