Oporto
Benedicto XVI se despide de Portugal con una llamada a la evangelización
El Papa pidió «vencer la tentación de limitarnos a lo que ya tenemos, o creemos tener, como seguro».
MADRID- Benedicto XVI volvió ayer a Roma, dejando una petición urgente de evangelización a la multitud que asistió a la misa en la Avenida de los Aliados en Oporto. Pidió a todos ser misioneros, teniendo en cuenta que «nos esperan no solamente los pueblos no cristianos y las tierras lejanas, sino también los ámbitos socio-culturales y sobre todo los corazones, que son los verdaderos destinatarios de la acción misionera en las personas». El carácter de urgencia quedó claro cuando exclamó: «¡Cuánto tiempo perdido, cuánto trabajo postergado!» Citó el decreto «Ad Gentes» de 1965 de Pablo VI para definir cómo ha de ser esa evangelización: «debe caminar, por moción del Espíritu Santo, por el mismo camino que Cristo siguió, es decir, por el camino de la pobreza, de la obediencia, del servicio, y de la inmolación de sí mismo hasta la muerte, de la que salió victorioso por su resurrección». El Papa pidió además «vencer la tentación de limitarnos a lo que ya tenemos, o creemos tener, como propio y seguro», porque eso «sería una muerte anunciada». En este sentido de apertura, el Pontífice expresó su convicción de que la Iglesia está preparada para dialogar con otras culturas y religiones y para construir juntos «la pacífica convivencia entre los pueblos».
La «invicta» se rinde al PapaOporto, una ciudad de unos 250.000 habitantes que presume de «invicta» por no haber sido nunca conquistada ni en las guerras medievales ni en las napoleónicas, se rindió ayer al Papa. Las calles se vistieron con tapices y colgaduras multicolores, los vecinos llenaban los balcones y más de 120.000 personas asistieron a la misa a pesar del frío y la lluvia. El portavoz vaticano, Federico Lombardi, admitió que se habían superado las expectativas de los organizadores y dijo que la multitud era una «bella sorpresa». Miles de los participantes venían de Galicia y Castilla y abundaban las banderas españolas. Numerosas embarcaciones en el Duero hacían sonar sus sirenas al pasar el Papa por las calles de la ciudad.Acabada la misa, se dirigió al aeropuerto, donde pronunció un breve discurso de despedida saludando «a todos los portugueses, católicos o no, y a los hombres y mujeres que viven aquí, aunque no hayan nacido aquí». Un avión portugués lo llevó de vuelta a Italia sin incidentes.
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