Uruguay

El Atlético una vulgaridad

Atlético de Madrid y Racing de Santander resolvieron con empate un partido soporífero, sin apenas ocasiones ni méritos para conseguir la victoria por parte de ambos equipos y que frenó la reacción y la persecución del conjunto rojiblanco de las plazas de Liga de Campeones.

Costa y Henrique, en un lance del juego
Costa y Henrique, en un lance del juegolarazon

¿Agüero y diez más? Suena un poco exagerado, pero la realidad es que al «Kun» le dejaron solo ante el peligro. Reyes se había autoexpulsado ante el Espanyol en la Copa, Forlán no llegó recuperado de Uruguay, y Simao emigró a Turquía después de no dejar mucha huella como rojiblanco, aunque su despedida pareciera la de Luis, Collar, Rivilla, Gárate o Adelardo. El Atlético se encomendaba al argentino y Quique planteaba una alineación sin jugadores de banda, con abundacia de centrocampistas.

Raúl García y Fran Mérida eran Reyes y Simao, mientras que Assunçao y Tiago eran los encargados de encauzar el juego en esa zona donde se ganan los partidos y en la que al Atlético le falta un «torero» que mande, pase y temple. Por eso los partidos de los rojiblancos son una lotería. Ayer, además, Tiago se retiró (min 19) lesionado y Quique buscó con Valera más profundidad en la banda derecha.

Sin mado, sin orden, sin claridad, el Atlético fue fiel a ese equipo previsible, que depende de las individuales, al que le cuesta elaborar el juego y que es víctima de su propia ansiedad. Bajo ese guión fueron Agüero y Diego Costa los que más lo intentaron ante Toño, que estuvo acertado en las pocas ocasiones en que intervino.

Porque el Racing fue un equipo ordenado y voluntarioso, que fue de menos a más y que tuvo en las botas de Rosenborg (min 80) la ocasión más clara de la noche, pero De Gea estuvo excepcional y evitó la debacle cuando un Atlético desesperado buscaba el triunfo. Pero para ganar hay que hacerlo bien, tener criterio y saber manejar la herramienta, cosa que ayer no supieron hacer Raúl García, despedido con bronca, Assunçao y Fran Mérida.

Pensar que todos los días Agüero va a resolver los problemas del equipo es arriesgado. Y por mucho valor que le eche el «Kun» los rivales le conocen, le tapan, no le dejan revolverse en el área y sus intervenciones, como sucedió ayer, no resultan determinantes. Torrejón y Henrique le taparon bien y como la segunda línea del Atlético fue un desastre, la capacidad de sorpresa no existió.

El Racing amontonó gente en el centro del campo y trató de estirarse con Munitis y Adrián González por las bandas. En la primera parte apenas dieron detalles de su clase porque la primera vez que lanzó el conjunto cántabro a puerta fue una falta bien ejecutada por Kennedy que desvió De Gea con solvencia.

A Portugal no le disgustaba el desarrollo del partido. El Atlético tenía más la pelota, pero no sabía lo que hacer con ella y el Racing mantenía su firmeza defensiva, su trabajo en el centro del campo y la intencionalidad de Rosenborg para buscar su objetivo. Equipo apañadito, de los que va a sufrir mucho, pero que ayer se encontró con un rival que tenía el día gafado y que no pareció el aspirante a Liga de Campeones que Cerezo y los optimistas quieren ver.

En los últimos minutos pudo el Atlético voltear el partido y darse una alegría, pero Cisma y Toño lo evitaron. Para algunos servirá de justificación, pero la realidad es bien distinta y cuando las carencias en el juego son tantas –se pueden seguir fichando defensas cuando falta un centrocampista de calidad– ocurre como ayer. El equipo acusó las ausencias de Reyes y Forlán y no acertó a resolver las situaciones de ataque. El Atlético sigue siendo en el nuevo año una vulgaridad. Fiel reflejo de lo del curso pasado.