Cataluña

Hoy no pasa nada por Martín Prieto

¿Son tan importantes las elecciones que se celebran en Cataluña? Da igual el resultado porque la aventura en la que se ha metido Artur Mas no va a ir más allá de los fuegos de artificio preelectorales

IR EN CONTRA DEL TIEMPO El nacionalismo basa su racionalidad en retroceder hasta encontrarse con el arcano original, so riesgo de perderse en el tiempo
IR EN CONTRA DEL TIEMPO El nacionalismo basa su racionalidad en retroceder hasta encontrarse con el arcano original, so riesgo de perderse en el tiempolarazon

Tras la elección de Obama, más de cien mil texanos han entrado en la web de la Casa Blanca pidiendo la secesión de Estados Unidos alegando que pagan muchos impuestos. También constituyen un Estado gigante asentado sobre una bolsa de petróleo. ¿Y para esto El Álamo, el general Sam Houston, Austin, robándole el territorio al México del general Santa Ana? Muy educadamente la Casa Blanca les ha dicho que no porque desde 1868 la partición de Estados Unidos es ilegal, es un delito. Incluso la Guerra de Secesión no estalló por el esclavismo sino por la independencia unilateral de una Confederación de Estados Sureños, y la manumisión de Lincoln llegó tras quince meses de batallas.

El independentismo catalán debe tener profesores de geopolítica escrutando los mapas porque cuando no es Irlanda, es Escocia y si no es Checoeslovaquia son las republicas bálticas o incluso Kosovo, que ni siquiera tiene prefijo internacional, y si no vale Quebec se dan por buenas las islas Feroe. En el Pacífico Norte existe una ignota reunión de minúsculos atolones que quieren disgregarse. En la Generalitat lo están estudiando. Al no tener argumentos históricos o jurídicos buscan chapuceramente antecedentes o referentes para que Cataluña se independice por mano propia sin advertir que, así, se rebajan a la categoría de colonia que jamás tuvieron.

¿Qué va a pasar hoy en Cataluña? Nada sustancial. El adelanto electoral de Artur Mas y Convergencia i Unió es un referéndum nacionalista que da pie a un futuro e ilegal referéndum independentista que los propios Mossos de Esquadra se encargarán de impedir cumpliendo su mandato de preservar la Ley. En Cataluña ocurre lo que en Italia: que no encuentras a nadie que haya votado alguna vez a Berlusconi aunque fuera por equivocación. La demoscopia catalana es gaseosa en los matices, el nacionalismo miente sin el menor empacho y los medios de comunicación de Barcelona son espesamente unívocos aunque hablen y escriban en español.

Si Mas logra la mayoría absoluta de la estelada y la eyaculación precoz, pues formará gobierno, seguirá metiendo prisas a Madrid por los millones de euros que necesita para pagar las nóminas y vender a España sus bonos basura, y activará a los mejores abogados fieles para que le dispensen del 3 o 4 por ciento de la presunta corrupción partidaria y personal de Convergencia Democrática. Lo de su socio, Unió Democrática ya se verá porque Duran i Lleida da la sensación de que ve muy turbio este mejunje y duda entre ser ministro en Madrid o mayordomo en la Casa de los Canónigos. Y si Mas pierde escaños por el lado de un patriotismo desaforado también gobernará con la ayuda de Esquerra y los comunistas disfrazados de ICV y hasta con algún descolgado del socialismo catalán, ese partido en busca de un autor. Y nada entre dos platos hasta saber cuál es la hoja de ruta de este nuevo Ben Gurión, tan estudiado por Jordi Pujol Sr.

Garibaldi o Curro Jiménez

Para hacer emerger una nación hay que ser Garibaldi, no tener facha y fama de Curro Jiménez y andar en los prontuarios policiales. El uruguayo Garibaldi convenció a sus camisas rojas con el ejemplo. Tras una jornada por batallada que fuera descinchaba su caballo, le quitaba el sudor, lo cepillaba, se servía un rancho del perol común y dormía en el suelo arropado por un poncho. Además tenía tras sí la buena cabeza de Cavour, unificador de Italia.

La aventura de Mas, Pujol (¡qué gran viraje y qué estragos produce la edad!) y populosas familias de CiU es grotesca, y por ello su literatura mitinesca es extravagante y surrealista como la de aquella humorada de la movida que reclamaba puerto de mar para Madrid. Un ministro de Franco tenía problemas con su flora intestinal y expelía espontáneamente ventosidades paquidérmicas que debieron agriarle el carácter. Cuando un discrepante le alegaba la legislación del régimen, barritaba: «¡Me cago en las leyes!». Tal fineza intelectual la de Artur Mas con su con la Ley o contra la Ley. Sean cuales fueren los resultados, hoy no es el principio de nada. Como decía Pascual Maragall tras acusar a CiU de cobrar comisiones: «Hay que esperar a que baje el soufflé».