Ámsterdam
José Jimenez Lozano: «Algunas opiniones no merecen respeto»
El fuego destruyó los contenidos del cuaderno que había comprado en la casa-museo de Rembrandt en Amsterdam, pero las tapas de encuadernación, que reproducen un grabado del pintor, fueron utilizadas para ir archivando sus notas y reflexiones entre los años 2005 y 2008.
Esta antología de sus diarios es la sexta que publica José Liménez Lozano, cuyos artículos publica cada cada domingo LA RAZÓN, un escritor de mirada cervantina. Desde su refugio castellano destila una prosa limpia y desnuda, no exenta de pulso poético. Con clarividencia y cierta dosis de ironía, ha elaborado una serie de reflexiones al margen de modas y corrientes culturales, un diario que no es íntimo, sino un análisis de la situación política, social, cultural... despojado de cualquier narración de experiencias personales: «Son notas, impresiones, lecturas, cuadros, poemas, opiniones sobre aspectos que he ido escribiendo según iban apareciendo».
-La selección ha sido realizada entre muchas anotaciones, ¿con qué orden, con qué criterio?
-Las he ido entresacando según fueron escribiéndose en forma cronológica. Hay muchos apuntes menores que he quitado porque carecen de importancia. No me gustan los libros demasiado gruesos.
-Sin embargo, ¿en España hay tradición de escribir este tipo de diarios o es algo más europeo?
-No, no hay tradición en España. Miras 50 años hacia atrás y no ves a nadie. En Francia, por ejemplo, se guardan las cartas, hay archivos, pero aquí no hay esa tradición.
-¿Qué subyace en el fondo de sus reflexiones, crítica, o la búsqueda de un componente moral o ético?
-No está escrito con una intención crítica. Las cosas que se someten a una crítica pasan por ella. Es más bien una reacción personal ante las cosas. Un impulso vital cuando acontece.
-Su obra está construida desde la tradición humanista de Occidente, donde los valores, en especial los cristianos, y el peso de la tradición y de la historia son fundamentales. ¿Cuáles son los que usted defiende?
-Yo defiendo los de la cultura judeo-cristiana. No se pueden obviar 2.000 años de Historia. Ésta es nuestra base. La tolerancia y la mezcla de culturas son valores que ya se daban en la Edad Media cuando convivían judíos, cristianos y árabes. Cada uno debe defender lo suyo, y es lógico, pero sin conflictos. Los enfrentamientos son políticos, no religiosos. Pero hay cosas con las que no se debe transigir. Se dice que todas las opiniones son respetables, pero no es verdad. Hay que respetar a las personas, pero algunas opiniones no merecen respeto.
-¿La sociedad actual está perdiendo esos valores, se está haciendo más superficial?
-Se nota menos cultura entre los jóvenes, pero ellos no tienen la culpa. No leen. Están más pendientes de lo audiovisual y no saben leer, pero además, hay una banalización desde el Mayo de 68, de ahí surgió un odio a la cultura, considerada burguesa, y al cristianismo. Igual me tachan de reaccionario, pero esto no es un valor, es una actitud. Se niega que la construcción del propio yo es cristiano. Hoy, todo lo hemos aligerado, se ha convertido en una especie de «todo a 100», se ha condenado a la nada. Siempre ha habido ateos, pero incluso ellos, para defender sus tesis, participaban de los conceptos del cristianismo, como el yo o la libertad.
-Según usted, esta crisis que padece Europa y el mundo no es sólo económica sino que es algo más, ¿no le parece?
-La crisis es anterior a la economía, es social porque hay crisis de valores. Con otros valores que aportaran a la persona ilusión, esperanza... no dejaría de existir la crisis, pero se llevaría mejor que con el nihilismo existencial con que se vive. El saber a dónde se va, el vivir la vida con un sentido es algo que ayuda.
-Usted, como periodista que ha sido, ¿qué papel le asigna a los medios de comunicación en todo esto?
-El periodismo como tal ha desaparecido. Ahora se comunica más, pero no siempre se analiza la realidad. Antes, el periódico era otra cosa, se quería para algo más. El hombre medio, con poca cultura, sin acceso a los libros, tenía idea de las cosas por los periódicos. Ahora son grupos de comunicación, cada uno con una ideología política. Deben ver cómo pueden favorecer al lector.
-También hace referencia al sistema educativo. Ahora que estamos a vueltas con el informe PISA, ¿qué reflexión le merece la situación?
-No sé cómo se hacen esos informes. Creo que en la educación de la persona son fundamentales la enseñanza y la lectura. Miden la comprensión lectora, pero eso no es del todo objetivo, porque, a veces, cada uno entiende una cosa. Yo creo que la educación no tiene solución. Lo único que pretende es evitar el fracaso escolar y para ello rebajan los niveles educativos para ponerlos al nivel de los que menos saben o de los que no quieren estudiar. Además, al profesor se le ha quitado la autoridad, se le ha dejado solo y sin ayuda.
-Y el mundo de la literatura, ¿qué puede aportar?
-Nada. Yo no creo en eso de que la poesía es un arma cargada de futuro. La poesía se alimenta de pasiones y ha de ser como la catarsis griega. Ha de ser belleza y ya está.
-De usted se dice que es un escritor de esencias cervantinas, muy preocupado por el lenguaje y por la naturaleza humana.
-El lenguaje de Cervantes es de envidiar, soso pero sabroso. Es sencillo, no recargado como el barroco, profundo. Yo creo que soy de lenguaje espontáneo. Antes de mirar un diccionario, prefiero escuchar lo que dicen las personas, la interpretación que dan a la palabra. Me gusta que las palabras levanten vida.
-Por otro lado, en su libro hace referencia a numerosos escritores como Benjamin, Racine, San Agustín, Pascal, Oriana Fallaci... lo que significa que antes de escritor es un lector reflexivo.
-Siempre he leído mucho. Antes leía más, pero los libros deben aportar algo, hay que reflexionar sobre ellos, porque una cosa es consumir libros y otra cosa es leer.
-¿Tiene algún proyecto en marcha?
-Libro de poemas, narraciones... Siempre hay algo empezado.
-Dice de su libro que espera que acompañe a alguien de algún modo, ¿existe una vocación de encuentro con el lector?
-Sí. Para mí el lector es como mi familia espiritual, de los que sabes que te van a aceptar. Cada escritor se hace la suya y no tienen por qué coincidir. Para mí es importante no defraudar a mi «familia».
El hombre profundo
Autor poco conocido para el gran público, Jiménez Lozano cultiva principalmente el tema religioso y social. Afincado en Alcazarén, su vida ha transcurrido entre el periodismo y la literatura. Es, además, uno de los más importantes estudiosos de la mística española. Considerado como un profundo conocedor de la tierra castellana y de su lenguaje, es autor de diarios, ensayos, relatos cortos, poemas y novelas. Licenciado en Derecho y Filosofía y Letras, marchó a Madrid y allí se licenció en periodismo. Comenzó en «El Norte de Castilla», en donde sería redactor, subdirector y director, jubilándose en este cargo. En 1988, obtuvo el Premio Castilla y León de las Letras por el conjunto de su obra. Un año después, en abril de 1989, recibió el Premio Nacional de la Crítica. En 2001 se hizo con el V Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes y, finalmente, en el año 2002, fue galardonado con el Premio Cervantes de las Letras.
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