Italia

Heroicos por Carlos Alsina

La Razón
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No hay político que no sueñe con emular a Churchill elevando patrióticos discursos sobre el sudor y las lágrimas. Los tecnócratas, sin embargo, basculan entre la asepsia quirúrgica y las lágrimas no declamadas sino vertidas. Monti ha parido en Italia un plan gemelo al de Zapatero en 2010 (que sólo le fue aplaudido, en primera lectura, por Barroso y Merkel) pero sin pronunciar la celebrada frase «me cueste lo que me cueste». Elogié la rectificación de nuestro presidente y censuré la abstención oportunista del PP, pero nunca entendí que la autoenmienda viniera acompañada de aquel culpable elogio de sí mismo. Los analistas explican que Monti puede saltarse el «me cueste» porque no ha de pasar por las urnas. Establecen una relación pretendidamente lógica entre anunciar sacrificios y perder votos. El argumentario del político dice: «tomo medidas impopulares, pero garantizo el bienestar futuro de España». Los votantes –qué cabrones– premian la hombrada largando al garante de La Moncloa. ¡Atajo de ignorantes ingratos que penalizan a quien les salva de la ruina! Esta tesis del votante estúpido es falsa, pero simple (de ahí su éxito). Atribuir el castigo a la miopía de la sociedad desinformada te exime de examinar otras posibles causas, más consistentes, del desafecto. Cuanto más escucho expresiones como «Zapatero se inmoló» o «su heroicidad será reconocida por la Historia», más me pregunto qué idea de la gobernación tienen algunos. ¿Los intereses de la nación pueden ser opuestos a los del partido que la gobierna? «Pensó en España y no en sí mismo». ¡Olé por sus narices, primero mártir y luego santo súbito! Huelga recordarlo, pero anteponer el interés de la nación al propio no es signo de generosidad admirable, sino el primer mandamiento de quien gobierna. Flaco favor se hacen los políticos cuando se empeñan en exhibir como mérito lo que es ley. Llegado a la Moncloa sólo hay un interés por el que velar: el de todos. Quiero pensar que Rajoy lo sabe.