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OPINIÓN: Internet

La Razón
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Dudar a estas alturas de que Internet y sus derivaciones supone una revolución casi copernicana sería mucho dudar, tanto como dudar de la muere de Elvis o de que la tierra es redonda y gira alrededor del sol. Internet ha cambiado todos los paradigmas comunicativos e informativos, y no digamos nada sobre la concepción y métodos del periodismo tradicional, aunque hay que advertir de que no todo lo que es información es verdadero periodismo. Sin embargo, sería igualmente idiota pensar que su presencia en nuestras vidas no puede tener sus aspectos negativos, sus vicios y sus excesos. En la eterna confrontación entre apocalípticos e integrados (la ya clásica nominación establecida en su día por Umberto Eco), entre quienes reniegan de todo avance (la canción del Desesperado, escrita 2000 años antes de Jesucristo, o Platón advirtiendo contra la escritura, son nobles antecedentes apocalípticos) y la ingenuidad feliz de quienes abrazan con ilusión infantil toda técnica nueva, hay muchos matices de gris entre el blanco y negro. Así ha quedado demostrado en los fecundos debates de la primera edición de los «Encuentros en libertad» que acaba de celebrarse auspiciada por la Fundación Cajamurcia y el Foro de la Razón de este periódico. Reconozco que sentimentalmente estoy ya unido para siempre a lo analógico y al papel prensa, por edad y formación. Prefiero la terraza de un bar con un café, un cigarro y un periódico o un libro entre mis manos a vivir en el «internado» a veces asfixiante de lo digital, lo que no me impide entrar a saco y beneficiarme sin pudor intelectual de todo cuanto puedan darme las nuevas técnicas de la comunicación. La libertad es el objetivo en juego, tanto en el sentido de las acechanzas en su contra que puedan surgir en la Red como, del otro lado, los intentos políticos por reducirla (siempre bajo el pretexto de la seguridad). Cuando superemos la pavorosa crisis económica y sus terribles consecuencias, el de Internet será el principal debate ético para las próximas décadas.