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Parodian a la Moreneta en El Molino renovado por Jesús Mariñas

La Razón
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Todavía me pregunto cómo no abuchearon en El Molino barcelonés la parodia que de la Moreneta hace la Terremoto de Alcorcón. Incluso varía la letra de «viro-lai» adecuándolo a un cuadro inecesario, irrespetuoso y provocativo. La Moreneta convertida en vedette. Pero no sé si alucinados o entusiasmados aguantaron impertérritas las autoridades presentes: desde Montilla al siempre impecable Xavi Trías. Alguno incluso palmeó y coreó la irrespetuosa bufonada, tan desentonada como las referencias a la Guerra Civil. Esto no es El Molino clásico supuestamente añorado, el de Doña Fernanda y la bella Dorita. A tal transformista ni lo citó el maestro de ceremonias, que contrastó con una Merche Mar que durante 18 años trabajó de vedette del local. Ella es lo más representativo de un estilo, de un tiempo y de un Molino que no consiguen rememorar.

Cerca de Montilla estaba Emilio Sánchez-Vicario, sobre cuyas rodillas la cómica se sentó con un: «Estás muy débil y se ve que no haces ejercicio».

Su hermana Arancha podría estar con Bosé entre los accionistas del vetusto local, físicamente irreconocible, cu- ya resurrección, propiciada por Elvira Vázquez, ha costado 15 millones de euros. Lo que El Molino tenía de improvisación, desmadre y frívolo garbo, que encandiló a Fellini y Dalí, hoy está medido, maquetado y ensayado. Resulta más «music hall» que locura improvisada. Julia Otero recordó que su padre era trompetista solista del local. Lo añoraba también Montserrat Caruñas, madre de Vicky Peña. Judith Mascó fue la cara más bonita ante un Pasqual Maragall estupendo, en mangas de camisa, al cuidado de su esposa, Diana Garrigosa: «Ay, si yo os contara...», lanzó. Fue «molinero» habitual en sus años universitarios y se emocionó al recordar la Barcelona olímpica.