Francia

El marqués de Esquilache por Martín Prieto

La Razón
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Armados de las tijeras que ahora tanto se representan Esquilache mandó a los guindillas por las noches de Madrid a recortar las largas capas que escondían las espadas y los chambergos que ocultaban las caras. No es que mientras se construía la Puerta de Alcalá la capital fuera posesión del sicariato pero en los callejones se daban cuchilladas a sueldo. El motín fue de gañanes y bárbaros y Carlos III tuvo que devolver a Italia a su mejor valido. Los sindicatos creen que el presidente Mariano Rajoy es «Jack el Destripador» y ha venido a desguazar el Estado. Nunca nos cansaremos, infructuosamente, de sugerir a Méndez y Toxo un reciclaje en el IGMetal alemán, el gran sindicato europeo donde les raparían el pelo de la dehesa. Pero nuestros dos grandes sindicatos son de surco de arar. Hollande puede ganar en Francia con un programa muy lindo que nadie se resistirá a comprar: equilibrio presupuestario más inversiones públicas, lo que supone calcular la cuadratura del círculo sumando peras con manzanas. Angela Merkel no se acaba de caer de una burra conciliando el ahorro con el crecimiento; eso lo lleva diciendo desde enero, pero los mosqueteros sindicales y sus padrinos socialistas no leen la prensa alemana. Esquilache quería modernizar España al margen de que fueran muchos o pocos los asesinatos por encargo. España es el Estado más caro de la Unión y hay que recortarlo por razones de sanidad pública, no sólo económicas. Como la enfermedad es de larga duración ya veremos hacia la mitad de la legislatura si tan dolorosas medidas surten efecto en el empleo, algo que no saben ni la oposición ni los sindicatos, que están apedreando al primer perro que se les ponga por delante sin que el can se merezca el cantazo. Este Gobierno, reformando España, hace experimentos con gaseosa, aunque produzca flatos, mientras que la Administración anterior los hacía con trinitrotolueno.