Barcelona

Un artista como el Guadiana

El arte es un Guadiana. Siempre hay piezas escondidas que, algún día, vuelven a la luz. El método tradicional es la arqueología, terrestre o submarina. Pero existen métodos más heterodoxos, como acaba de demostrar un lampista francés jubilado con su magnífica colección de picassos.

Pierre Le Guennec, ayer en su casa de Mouans-Sartoux, en Francia
Pierre Le Guennec, ayer en su casa de Mouans-Sartoux, en Francialarazon

Vamos a enumerar, sólo en el caso Picasso, posibles vías para encontrar sorpresas. En 2007, por ejemplo, en el Museo de Arte Moderno de San Francisco descubrieron que había una obra completa de éste bajo el lienzo «Escena de calle» (1900). El malagueño, que no andaba muy boyante en sus inicios parisinos, decidió desestimar un óleo para pintar otro encima. En San Francisco, gracias a las nuevas tecnologías, recuperaron virtualmente la obra: para las formas y las pinceladas, los clásicos rayos X, para los colores, un microscopio electrónico que penetraba las numerosas grietas entre la pintura.

También existen, como hemos visto, los vivales o pícaros al estilo lampista. Un laureado escritor español editaba una revista en una islita muy turística. Decidió publicar un monográfico dedicado al malagueño, quien mandó al escritor un dibujo para cada uno de los articulistas colaboradores. El escritor, ya célebre en el mundillo artístico por una jugarreta que le había practicado a Joan Miró, optó por quedarse todos los dibujos y no informar del magnífico regalo. ¿Dónde habrán ido a parar esos picassos? Miren al noroeste...

Muchos picassos fueron a parar a la papelera. El artista, en su juventud, mandó dibujos a distintas publicaciones que, una vez impresos, eran tirados sin miramientos. Es posible que algunos de estos dibujos hayan sobrevivido. En las antiguas Galerías Layetanas de Barcelona, durante los años cincuenta, se vendieron muchos dibujos de primera época picassiana. Y no eran falsos.

Y el joven Picasso, según cuentan sus amigos barceloneses de juventud, subsistió dibujando «steinleins» y «toulouse-lautrecs». No me extrañaría que, un día de éstos, salgan a la luz obras de dichos autores atribuidas ahora al malagueño. La respuesta quizá está esperando, pacientemente, en un arcón cerrado en el Museo Picasso de Barcelona. Allí reposa, dispuesto para ver la luz en una fecha futura, el archivo de Jaume Sabartés, secretario de Picasso y artífice de su primer museo. ¿Por qué Sabartés dejó indicado que había que esperar tantos y tantos años para abrir su archivo?

De todos modos, la mayoría de picassos escondidos no están en apartamentos, ni bajo tierra, ni archivados, ni destruídos en papeleras. Están en cajas de seguridad de bancos, preferiblemente suizos o de las islas Caimán. Muchos fueron sustraídos a coleccionistas judíos durante la Segunda Guerra Mundial, y sus actuales propietarios los guardan a la espera de prescripciones legales o tiempos mejores. A veces, son vendidos a narcotraficantes que han sustituido el patrón oro por el patrón arte. Un picasso nunca se devalúa, y es de fácil transporte. Si no aflora, no tributa fiscalmente ni paga comisiones en Sotheby's. Y los certificadores son muy comprensivos con la privacidad.

Cuando Picasso empezó a interesarse por el arte negro, no sospechaba el nuevo cariz que tomaría la expresión. Lampista tenía que ser, este opaco propietario, para que sus obras recuperaran la luz...