Estados Unidos
Convulsión global
Tres veranos después del estallido de la «burbuja sub-prime», el mundo desarrollado sigue inmerso en una crisis monumental, que amenaza de lleno al «way of life» occidental. El penúltimo episodio ha llevado a las bolsas mundiales a caídas en picado y a una escalada de las primas de riesgo en España o Italia, arrastrados por el colapso norteamericano, un país con evidentes señales de agotamiento, que no acaba de levantar cabeza y está perdiendo credibilidad como potencia económica de referencia. Ahora se ha salvado por los pelos del «default» (suspensión de pagos), a cambio de un drástico recorte que permitirá a Obama subir el techo de deuda en 2,1 billones de dólares, pero comprometiéndose a bajar el déficit con menos gasto doméstico, militar y social.
Obama llegó al poder como un mesías pero ahora ya casi nadie cree ni en él. Lo veo estos días de paso por Chicago, la ciudad que le lanzó como político. Barack Husein es hoy sinónimo de frustración. Ya sólo le apoyan los incondicionales, y pocos creen que pueda repetir un segundo mandato.
La cuestión es que la primera economía del mundo está en el centro de la turbulencia global como consecuencia de la crisis de la deuda soberana. En vez de enfrentarse a la recesión como Merkel en Alemania, con ahorro y ajustes, la Administración demócrata optó por la huida hacia adelante, disparando el déficit público hasta el peligrosísimo nivel del 11 por ciento del pib, y la deuda al 99 por ciento de ese mismo producto interior bruto (14 billones de dólares), que en realidad alcanza hasta el 124 del pib si se incluye el endeudamiento local y el de entidades nacionalizadas como Fannie Mae y Freddie Mac. Desde la fatídica quiebra de Lehman Brothers, Washington no ha parado de emitir dinero. Y aunque logró evitar el colapso financiero, no acaba de despegar.
La cuestión es que el tema de fondo sigue sin solventarse. Me lo explicaba hace dos días en Boston un hostelero hispano amigo con 30 años de residencia en el país: «Nos daban el dinero por nada, sin garantía alguna y con unos precios inmobiliarios inflados, hasta diez veces por encima de su valor real». La consecuencia es que la banca está arruinada y sus activos tóxicos (viviendas compradas con hipotecas basura) siguen lastrando al gigante norteamericano, con el agua al cuello porque, pese a la constante emisión de dólares, no logra activar el consumo y persiste el desempleo. El peor escenario para un momento como el actual, en que las agencias de rating castigan a los países con alto nivel de endeudamiento y déficit descontrolado.
El modelo Obama se parece demasiado en la superficie al agotado sistema con el que Zapatero nos ha hundido a nosotros más aun en la crisis que de hecho padece todo el mundo. La política del gastar sin parar no podía llevar finalmente mas que a una nueva crisis, en este caso de deuda. Y Estados Unidos, como España, se ha quedado atrapado en medio del huracán.
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