Sevilla
El meteorito fue el Madrid (0-2)
Sin ser un Armageddon, el Real se impuso al Rayo con luz artificial y el 0-2 de Benzema y Cristiano
Madrid- Al segundo intento, con luz artificial y taquígrafos, Rayo y Real Madrid empezaron el lunes lo que uno o varios desaprensivos sabotearon el domingo. Y ocurrió lo previsible, que sobre el animoso equipo de Paco Jémez cayó un meteorito, no el que temía Martín Presas, presidente rayista, sino el que lanzó Mourinho. No fue un Armageddon, ni mucho menos, pero bastó con el talento de sus jugadores y el contragolpe habitual para destruir las defensas locales, bastante bien salvaguardadas, no obstante, por Rubén.
Veinticuatro horas después del apagón, Mourinho mantuvo el once sin trivote, sólo faltaba Khedira en esa pieza miedica; ni Özil –aún castigado–, pero con Modric, Benzema y, ¡chachachachán!, Sergio Ramos. Varane jugó bien contra el City y ha desaparecido de la alineación, ¿por qué? Lo de Ramos fue una purga, un reto al vestuario, un tazón de ricino para quienes se atreven a contestar a «Special One». Y aunque hay madridistas que besan por donde él pisa, también los hay que, como define Miguel Ors, sostienen que el señorío no es morirse en el campo, valor que a cualquier jugador del Madrid se le supone, sino practicar el compañerismo y la amistad y estimular «la ética, la estética y la aristocracia».
El Madrid es el Madrid, mal que le pese a Mourinho, y el partido con el Rayo Vallecano se le ofrecía en bandeja para demostrar que a la tercera salida liguera iría la vencida y que la desventaja con el Barça, trémulo pese a la cadena de victorias, se puede enjugar. Y pensó el entrenador que mejor vistiendo de azul que de verde, como en Sevilla, o como cuando «se fue» horas antes la luz.
Pese a la indiscutible calidad de su plantilla, la estética madridista es virtud que se esfuma en un decir amén. Y aunque convirtió al portero Rubén en el héroe de la primera parte, no cuajó un partido para enmarcar. El gol de Benzema, culminación de una jugada extraordinaria que nació en un taconazo de Marcelo, prosiguió con una entrega en profundidad de Ronaldo y un precioso centro de Di María, fue balsámico. Pudo ser también el principio de una goleada que evitó el guardameta a los pies de Di María, Cristiano, Modric –la más clara– y Benzema. Entre todas, el Rayo disfrutó de un par de ellas: la que paró Casillas a Delibasic a bocajarro, y a continuación despejó Alonso sobre la línea el remate de Casado, y la que no consigió convertir Amat entre Pepe y Arbeloa; naturalmente, a balón parado.
Producía el Madrid una evidente sensación de superioridad, tenía más tiempo el balón en su poder, pero no cerraba el partido. Las meritorias combinaciones del Rayo, que disfruta de jugadores tan interesantes como Casado, José Carlos, Domínguez o Batistao, terminaban desfiguradas por la precipitación y una ausencia de calidad que las destruía. No aprovechaba los lapsus de Marcelo, de Pepe, de Arbeloa, ni la inseguridad que delataba a Sergio Ramos en lances inocuos, como si la responsabilidad le pesara, después de señalarle el técnico.
Tampoco era determinante la presencia de Essien en el doble pivote. El ghanés es un jugador correcto, pero no es brillante, como Özil. Y al Madrid le falta brillantez, aunque juegue Modric. Lo percibió Mourinho en el minuto 64, cuando el alemán relevó al croata, desaparecido.
Este cambio no influyó en el inmediato 0-2. En una de las escasas apariciones de Cristiano, éste centró y Amat despejó a dos manos desde el suelo. El portugués transformó el penalti. Era la capitulación del Rayo, perdonado por Higuaín nada más suplir a Benzema y por el mismísimo Ronaldo, que a puerta vacía y a dos metros tiró a la madera. El equipo de Paco jugaba a la heroica, tratando de igualar la contienda –meritorio afán–, pero daba unas facilidades en defensa desconocidas hasta entonces.
Sin embargo, Mourinho, con el encuentro resuelto y viento favorable, no resistió la tentación de alinear el trivote y terminó jugando con Khedira, que entró por Di María, Alonso y Essien, artífices de un dispositivo tan ultradefensivo como innecesario, a pesar de aquel susto del Rayo al Atlético. Ganó su equipo, sin fútbol de calado ni aspavientos. Nada que reprochar. Después de todo, fuera de casa la luz del Madrid se hizo.
Y los focos se encendieron a las cuatro de la tarde
«Si no cae un meteorito, el partido se podrá jugar tal y como está previsto», dijo el presidente rayista a primera hora de la tarde. Para entonces, un equipo de la Policía científica ya había tomado huellas en el lugar de los hechos y los electricistas habían empalmado todos y cada uno de los cables cortados la noche anterior. Un trabajo no demasiado complicado, según los expertos, pero sí laborioso por la gran cantidad de tomas a reparar. A las 15:00 se hizo la prueba oficial y sólo cuatro de los 57 focos en cuestión permanecieron apagados.
Una hora después todos brillaban y, por si acaso, el club madrileño decidió mantenerlos encendidos, por mucho que todavía quedasen horas de luz solar por delante. No era cuestión de tentar a la suerte y mejor que sobrara energía eléctrica que repetir el papelón. Los focos respondieron y, una vez que el asteroide del que hablaba Martín Presa como única causa de un nuevo aplazamiento nunca llegó a Vallecas, todo discurrió con total normalidad. A medida que la tarde avanzaba y se acercaba el fútbol, el asunto del sabotaje pasó a un segundo plano en las conversaciones, aunque habrá que esperar para conocer exactamente qué sucedió. Las peñas del Rayo rechazaron públicamente la acción y declararon su inocencia. El descontento con la directiva por el precio de las entradas se apuntó como causa del ataque a los cables de la luz, pero por mucho que Martín Presa se refiriese a algo parecido a un ataque terrorista, nada se ha podido demostrar todavía.
El aplazamiento permitió al Real Madrid disputar el choque sobre un césped en mejor estado, porque en lugar de lluvia ayer lucía el sol en el sur de Madrid, y a su presidente, poder sentarse en el palco. El domingo, Florentino Pérez estuvo en Zaragoza acompañando al equipo de baloncesto en la Supercopa, así que las inesperadas 24 horas de margen que tuvo le vinieron perfectas para presenciar la primera victoria como visitante, informa José Manuel Martín
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