Rusia
«En Rusia hay autocensura»
Daria Pyrkina tiene poco más de treinta años. Habla español perfectamente, aunque la delata su origen ruso por un levísimo acento que a medida que avanza la conversación se intensifica. En su curriculum destacan dos hechos: es comisaria de la National Centre for Contemporary Arts y profesora de la Moscow State Lomonosov University.
Está en Madrid y en ARCO porque este año de celebración Rusia es el país invitado en la feria. Desembarcan ocho galerías que tienen en común «que todas trabajan con artistas vivos o de mediados de la segunda mitad del siglo XX. Quería traer a las que representaran a varias generaciones, algunas con experiencia y otras más jóvenes que muestren a sus artistas por primera vez», comenta Pírkina. Junto a ellas, una decena de instituciones mostrarán lo que se hace en el país.
-Se conoce poco sobre la creación rusa, ¿quizá porque pesan demasiado aún las vanguardias históricas?
-La vanguardia y su tradición, el poso de los años es vital para los artistas, base y referencia. Se está produciendo una efervescencia, y cada año existe un interés mayor por los nuevos creadores, los que tienen entre 20 y 30 años, aunque lo que nos hace falta es poner en pie una red de instituciones de apoyo y de espacios para mostrar lo que se está haciendo.
-¿Responden a un perfil?
-No, cada artista es un mundo. Hay varias generaciones que conviven. La de Ilya Kabakov es una, después están los que han llegado tras su estela. Son artistas que arrancan con creaciones muy radicales y que se han suavizado con el tiempo. Y un tercer grupo que reúnen los que surgen en 2000, que se dejan seducir por el formato fotográfico, por la performance.
-¿Importa más el soporte o el mensaje?
-El soporte no ocupa un lugar preeminente, no podemos decir que sea vital para el artista, el mensaje, en cambio, sí.
-¿Tiene el artista ruso libertad a la hora de crear?
-Sí, pero mucho menos para mostrar sus obras porque nos faltan espacios, sobre todo, para los menos comerciales. No hablemos de censura, pero sí de autocensura por parte de quien crea una obra, que es mucho peor que la impuesta por una institución o un Gobierno. Yo lo interpreto como algo sumamente peligroso. Cuando tu pintas o haces una escultura no sabes qué repercusión va a llegar a tener o si te puede acarrear algún tipo de consecuencia, no sabes por dónde te pueden surgir los problemas.
-¿Se puede hablar, entonces, de una represión en el mundo del arte?
-Las consecuencias caen sobre los comisarios, no sobre los artistas, quienes se atreven a mostrar al público lo que hacen sin pensar en el futuro o en lo que pueda suceder. En 2003 y 2007 se pusieron en marcha dos procesos legales contra sendas exposiciones.
-¿Tiene miedo el creador ruso?
-No lo tiene si es verdadero.
-¿Se puede hablar de un coleccionismo ruso formado?
-Está aún en un estado incipiente. El arte contemporáneo allí no posee tanto valor, se ve aún como algo raro. La gente lo mira, se acerca, pero no lo compra.
-¿Tiene usted una colección ideal con nombres y apellidos?
-Soy demasiado académica y mi visión puede pecar de conservadora, pero aunaría la obra de distintas generaciones para que el abanico fuera lo más amplio posible.
Juan Muñoz y Muntadas
Tiene su opinión sobre Damian Hirst o Cattelan: «En los 90 tuvieron su importancia y su obra mantuvo un significado, un peso, un sentido quizá, aunque sus nuevos trabajos no sé qué valor tendrán dentro de cinco años». Y Pirkina sabe de arte español cuando apunta directamente hacia Juan Muñoz y Antoni Muntadas como referencias, además de a la generación de conceptuales de los 70, a los que admira. De la nueva creación rusa da un par de nombres: «Andreij Kuzkin, sus dibujos, ‘‘performances'' e instalaciones, el dúo Mish-Mash, que trabaja también en esa línea de soportes. Y de los clásicos me quedaría con los suprematistas y los constructivistas». No puede faltar en la conversación una referencia a Daria Zukhova, esposa de Abramovic, al frente de The Garage (su presencia en ARCO sigue siendo un interrogante): «Él no tiene una colección representativa, aunque Daria sí está más interesada por el arte y se deja asesorar por profesionales. A mí nunca me han consultado».
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