Nueva York

Charlene un pez fuera del agua

Está a punto de convertirse en princesa de Mónaco, pero antes, Charlene Wittstock, aprovecha al máximo sus últimos días como mujer libre, aunque comprometida. No sólo para despedir su soltería en Nueva York rodeada de amigas «vips» como Demi Moore o Karolina Kurkova.

Palabra de «princesa»
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También para posar, espléndida, ante el objetivo del reputado fotógrafo francés Patrick Demarchelier en un reportaje para el «Vogue» estadounidense del mes de julio, en el que rememora su primer encuentro con el soberano monegasco y futuro esposo. Quizá una de las últimas ocasiones de poder lucir sobre el papel couché su atlética silueta de nadadora, como en sus mejores épocas de deportista de alto nivel, simplemente cubierta con un traje de baño. A partir del 1 de julio sus nuevas atribuciones como consorte de un jefe de Estado le obligarán a una mayor discreción. Principescas maneras que la surafricana, de 33 años, ha ido adquiriendo poco a poco desde que su prometido le pidiera oficialmente la mano. Pero la tarea no ha sido fácil, ni el camino una senda de rosas, reconoce Charlene.

Hasta el punto de temer, en ocasiones, «dejar de ser yo misma» por tratar de agradar a algunas personas, a esa «jet» de guapos, ricos y famosos que habitan y frecuentan el peñón monegasco. Tampoco ha sido fácil crearse un estilo propio. Menos aún estando presente en la memoria colectiva y teniendo como referencia a su antecesora, la resplandeciente Grace Kelly, o incluso a su hija, la princesa Carolina. Por eso no le cuesta admitir que ha sido «mi mayor reto». Aún no ha olvidado lo inapropiado de la elección de su indumentaria para su estreno en la sociedad monegasca. Nada menos que el día del Baile de la Cruz Roja. «Era como un pez fuera del agua», recuerda. Amigos como el káiser de la moda, Karl Lagerfeld, o Giorgio Armani, artífice del vestido nupcial que llevará en la ceremonia religiosa el próximo sábado 2 de julio, han sido sus más exclusivos asesores prodigándole sabios consejos para tornar un estilo algo playero y demasiado informal en un look más palaciego, pero sin encorsetamientos.

«He llegado a un punto en el que sé lo que me gusta y me va bien», explica la futura princesa al Vogue americano. Una princesa en ciernes que dice atreverse, desde hace no mucho, a jugar con prendas más frescas y audaces, a mezclar tendencias, y que tiene la pretensión, una vez sea entronizada, de convertir a Mónaco en «una de las capitales de la moda en el mundo». A diferencia del secretismo que rodeó a los recién casados, Guillermo y Catalina, el enlace real entre Alberto y Charlene encierra menos misterios. No sólo se sabe ya quién firmará su vestido de novia, sino que han trascendido los nombres de algunos privilegiados invitados como el cantante italiano Umberto Tozzi, el modisto Karl Lagerfeld y la ex modelo y creadora francesa Inès de la Fressange, además de Pippa Middleton, la hermanísima de Kate, que podría representar a los duques de Cambridge, que estarán de viaje oficial en Canadá.