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Mi colega Obama por Carlos Alsina

La Razón
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Cuando Rajoy ganó las elecciones de noviembre se recluyó en su despacho para recibir gente clandestinamente. Algunos periodistas reclamamos cobertura informativa de aquellos encuentros (con banqueros, empresarios, futuros ministros) alegando que en la política moderna no caben los liderazgos invisibles. El equipo de Rajoy replicó que no tenía por qué dar cuenta de las reuniones del (inminente) presidente –mucho menos invitar a los reporteros a inmortalizar la cosa– porque «gobernar es trabajar, no perder el tiempo haciéndose fotos». La obsesión por marcar diferencias con Zapatero aún estaba vigente entre los más viscerales antizapateristas del séquito. El presidente anterior abusó, en efecto, de las fotos y los iconos porque olvidó, con frecuencia, dotarles de contenido. Pero entendió algo que al actual le está costando asumir: la política, hoy, exige al gobernante estar visible, atender públicamente a la Prensa y plasmar en imágenes su actitud, sus prioridades y su agenda. El cordial saludo, en Seúl, del presidente Obama al primer ministro Rajoy se repitió a petición de La Moncloa porque la primera vez no había reporteros que levantaran acta. Esta foto sí les pareció relevante a los cancerberos, bienvenida sea. Los mismos que hacían bromas hirientes sobre el embeleso zapateril por el presidente negro suspiran ahora –ellos también– por una visita obámica a tierra hispana, aunque sea corta, para tener la foto. La cumbre de la seguridad nuclear se reduce, en lo que a España se refiere, a Rajoy practicando inglés con Obama. Es lo que hay. Después de todo, hasta ayer ignorábamos que el presidente español tuviera un criterio sobre Irán o Corea del Norte (del uranio enriquecido, ni hablamos). Su discurso sobre política exterior se limita, hasta ahora, a la integración económica de Europa y el cumplimiento del déficit. Instalado en el monocultivo, cuesta imaginar una conversación larga con Obama.