Don Benito
El dinero
Se avanzó con lo que sustituyó al trueque y seguimos denominando dinero, hoy en forma de dólar, euro, rublo, yuan, que ha eliminado el oro o el valor real de aquellas monedas iniciales. Se pasó de la realidad al signo y a la confianza en bancos centrales. Pero también hay financieros que manejan fortunas logradas, en ocasiones, con un sistema más o menos complejo al convertir capitales de una moneda a otra. Zola, con la concepción científica de la época, dedicó una novela al tema, con el título de «El dinero», en su ciclo «La bestia humana», aunque Carlos Marx prefiriera el anterior análisis de Balzac, en su amplia «Comedia Humana», que atendió al tema en la sociedad francesa de la época. Sin embargo, Zola era progresista y Balzac reaccionario, hasta monárquico pese a su época, pero, a juicio de Marx, reflejó la etapa del capitalismo incipiente, que hoy calificaríamos como primitivo. Cuando los señores diputados presentan mociones políticas, tras ellas se encuentra el dinero que los ciudadanos inyectamos al Estado para sus apaños. Las ceremonias parlamentarias traducen la distribución de la riqueza, la de todos, según ideologías imprecisas y hasta vaporosas. José Montilla declara que los créditos fáciles para una economía catalana debilitada han finalizado: el dinero no será barato; la recuperación, más lenta. La sociedad capitalista se fundamenta en ese papel o moneda que se nos escurre de entre las manos. Pero Platón, en «La República», consideraba que los escritores (aplicable también a Balzac o Zola) eran mentirosos vocacionales. Uno y otro –como el catalán Narcís Oller en «La febre d´or» («La fiebre del oro»)– se proclamaban realistas, observadores de su entorno. Don Benito, para ser más fiel en sus «Episodios», no sólo visitaba las ciudades en las que situaba los hechos, sino que procuraba departir con algunos supervivientes que pudieran narrarle experiencias. Cuando contemplamos hoy, en directo y por televisión, a los políticos que nos representan sabemos que encarnan no sólo las ideas o propuestas que exponen, sino el poder de un dinero que se oculta, que ignoramos, aunque sea capaz de producir cambios tan drásticos como el de Rodríguez Zapatero, cuyo programa socialdemócrata se convirtió, en semanas, casi en el que propugnaba el PP, y aún ha ido más lejos que éste, forzado por un Mercado innominado, innombrable, misterioso, director en la sombra de nuestras sociedades entendidas como libres y autónomas. Resulta difícil comprender que la izquierda, representante de la política social, defienda, entre otros sacrificios, el recorte de las pensiones y la derecha propugne la defensa de una ley que, fruto del Pacto de Toledo, sostiene que los jubilados no deben perder poder adquisitivo. Los socialistas quedaron como los malos de la película, porque el Mercado, el dinero, les exigía de forma visible sangre, sudor y lágrimas: los recortes anunciados y los que vendrán. No puede dudarse de que algunos parlamentarios dormirían mal o sufrirían retortijones, pero la disciplina es la disciplina. Algún día Rodríguez Zapatero explicará lo que hoy aún desconocemos y que, tal vez, justifique su gesto, cercano al harakiri. Pero, sin duda, el mercado, el dinero, resbaladizo terreno sobre el que nos movemos, habrá determinado una actitud, por no decir traición.Fue mi maestro Jaime Vicens Vives, junto a Ramón Carande, quienes introdujeron en nuestro país el análisis social y económico de la historia. No eran ya los reyes, ni las batallas, sino la evolución económica y social de los países lo que definía actitudes, lo que explicaba el devenir histórico. En sus últimos años quiso ir más allá hasta alcanzar una historia global, capaz de configurar un pasado que puede ser tan próximo como el de ayer mismo. La evolución humana no se justifica tan sólo por el invento del dinero, aunque en nuestra sociedad y en la vida de cada cual siga siendo un determinante del comportamiento, algo que permite actitudes de toda índole. Los individuos y los estados, el progreso de los países o de las comunidades depende del dinero de que dispongan. Se ganó el Mundial y la gratificación fue monetaria. Las acciones de la Fundación Francisco Ferrer, en un remoto enclave de la India, requieren de esfuerzo económico. El caos del espacio aéreo es, en el fondo, cuestión de dinero. Es preciso para diseñar una sanidad eficiente y moderna, para una educación acorde con los tiempos, para la investigación y el desarrollo. Sigue siendo todavía preferible gastar en enseñar a pescar que regalar pescado a los países pobres. Casi todo, según algunos decidieron hace siglos, gira en torno al dinero. De ahí que la buena administración constituya una de las claves del progreso. Pero no son los economistas quienes rigen el comportamiento de los capitales y su complejidad, capaz de conducirnos a la crisis universal que vivimos no sin sorpresa. Quizá el dinero fue un gran invento, pero convirtió a muchos en esclavos y a otros en delincuentes. Tiende por vocación a concentrarse en pocas manos.
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