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Golpe al plan nuclear iraní
Ayer volvió a quedar en claro que hay quien habla en serio al afirmar que «todas las opciones deben estar sobre la mesa para frenar el programa nuclear de Irán». Mostafa Ahmadi Roshan, de 32 años, científico nuclear y catedrático en la Universidad de Teherán, murió al estallar una bomba que alguien había logrado colocar en su automóvil en la capital. Según la agencia iraní Fars, Roshan tenía a su cargo la supervisión de un departamento en la planta de Natanz en la que se enriquece uranio.
Según la agencia, testigos presenciales vieron que un motociclista adhería una carga explosiva magnética a un costado del vehículo, que poco después estalló, mató al científico e hirió a otras dos personas que se hallaban en su interior.
Irán acusa a Israel y a Estados Unidos del asesinato. «Esto es obra de los sionistas», declaró ayer el vicegobernador de Teherán, Safarali Baratloo. En ocasiones similares anteriores, Irán responsabilizó también a agentes norteamericanos. En Israel, donde no hubo una respuesta oficial al respecto, siempre se rechazan las acusaciones. Recientemente, tras otro caso similar, el periódico alemán «Die Welt» escribió que el atentado había sido orquestado por el nuevo jefe del Mossad –el servicio de inteligencia exterior de Israel–, Tamir Pardo. Por su parte, una fuente de la Casa Blanca rechazó a la agencia Efe las acusaciones iraníes.
Es el cuarto experto nuclear iraní que muere en extrañas circunstancias en los dos últimos años. Hace pocos meses, en una entrevista a LA RAZÓN, el viceprimer ministro de Israel, Moshe Yaalon –que es también el titular de Asuntos Estratégicos– respondió con cautela sobre las explosiones «misteriosas» en diferentes instalaciones iraníes relacionadas con su plan nuclear y con su industria armamentística: «No entremos en detalles. Mejor limitémonos a decir que esto pasa con la ayuda de Dios».
En este tipo de conflictos, resulta evidente pensar que nadie reivindicará ningún ataque y que los hechos van mucho más allá que la guerra psicológica. Mientras Israel y Estados Unidos dicen que en principio «todas las opciones deben ser consideradas» y que «nada se puede descartar» ante el desafío iraní de mantener su programa nuclear para fabricar la bomba atómica, lo cierto es que se ha optado por las sanciones económicas.
Según expertos consultados por este periódico, puede que Irán haya enriquecido uranio hasta un 20%. El enriquecimiento de uranio para fines civiles se alcanza al 3,5%. En cambio, cuando se enriquece al 20%, el uranio puede temer un uso militar. Para producir una bomba atómica tiene que ser enriquecido al 90%. La diferencia entre el uranio enriquecido entre el 3,5% y el 20% es mucho más grande que la que existe entre el 20% y el 90%. La razón es sencilla: la parte más difícil de todo este proceso –por la inversión económica y por la dificultad técnica– es la que se da para enriquecer el uranio a bajos niveles, es decir, entre el 3,5% y el 20%.
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