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La sinfonía de la piraña

Kaká y Marcelo celebran el segundo gol del partido, que marcó el mediapunta
Kaká y Marcelo celebran el segundo gol del partido, que marcó el mediapuntalarazon

Madrid- El equipo que aguante al Real Madrid el primer tiempo con la portería a cero y, sobre todo, los minutos iniciales, hasta el cuarto de hora, tiene alguna posibilidad de terminar el partido indemne. Pero es complicado, muy difícil, frenar la estampida blanca, esa mezcla de velocidad endiablada, de combinaciones vertiginosas, de paredes arquitectónicas y remates certeros. No es fácil contrarrestar tantas virtudes cuando además se conjugan engarzadas. De ahí el 3-0, y gracias.

Quería jugar el Villarreal, lo necesitaba, porque su situación en la clasificación es incómoda, delicada para Juan Carlos Garrido, el entrenador, y porque nunca ha ganado en el Bernabéu y en sus dos últimas apariciones encajó una decena de goles (6-2 y 4-2). Es un equipo mejor de lo que aparenta en la tabla; aglutina calidad, pero se asoma al balcón de Segunda. Sus urgencias son evidentes y tuvo la desdicha de coincidir, en su intento de coger aire, con el Madrid más deslumbrante que uno recuerda.

Si el primer tiempo en La Rosaleda fue excelente, el de esta noche otoñal, con lluvia y fresca, fue como la sinfonía de la piraña: belleza, armonía y luminosidad, vértigo y, naturalmente, voracidad. Desde el primer minuto mostró sus intenciones y en el tercero ya había mandado Sergio Ramos el balón a la red, pero estaba en fuera de juego. Sergio Ramos... ¡Qué central! Inmenso. Es seguro, rápido, contundente, el salvavidas de Pepe, el de los 30 millones. Eleva su categoría cuando sale con el balón y lo pasa, correctamente, porque no tiene que torcer el tobillo para centrar, como le ocurre en la banda.

Mas Ramos es sólo uno más de este Madrid magnificente. Sólo Khedira baja el nivel, sin caer en el suspenso, eso sí. Es práctico, nada brillante. La pelota en sus pies necesita de inmediato el apoyo de un compañero, que suele encontrar detrás. El resto mira hacia adelante, también Arbeloa, que presiona arriba como lo hacen Kaká, Cristiano, Benzema o Di María, sin olvidar a Marcelo y a Xabi Alonso. Cuando este Madrid abrumador se empeña en no dejar jugar al contrario y en fijar la portería adversaria como un objetivo inexcusable, se antoja invencible. Y da gusto verle.

Coincide además que Di María centra como los ángeles. En partidos precedentes dio goles a su compatriota Higuaín; en éste entregó el primero a Benzema, en el que era su tercer centro peligroso. Con «El Fideo» convertido en pasador oficial, Kaká hizo el segundo tanto con un zurdazo espléndido, propio de aquel futbolista que enamoraba en San Siro. Pero el tanto majestuoso, el gol sinfónico, fue el 3-0. Nació al contragolpe, que no es el único recurso de este equipo que no para de crecer. Kaká robó el esférico en su campo, casi en el borde del área, miró al frente, encontró a Marcelo, que pasó a Benzema y éste, que vio la carrera de Di María, lanzó al hueco para que el argentino marcara con absoluta tranquilidad. Todo ello desarrollado a una velocidad supersónica y ejecutado con una precisión milimétrica.

Frente al excelso fútbol del Madrid oponía el Villarreal una voluntad inquebrantable. Con Rossi, Cani, Valero y Marco Ruben, destellos de calidad, procuraba aprovechar algún espacio. Cuando lo encontró se topó con Ramos o con Casillas, siempre concentrado, atento aunque en las cuatro quintas partes del partido sea un mero espectador. Despejó balones a Rossi y a Cani. Con un seguro así detrás es más fácil recrearse en el ataque delante.

En un lienzo tan atractivo chocaba, sin embargo, la dispersión de Cristiano Ronaldo. No intervenía en el juego coral, lo cual le desesperaba. Y no lo ocultaba. Tiene que entender que no por ser el más guapo, el más rico y el jugador más costoso del mundo es imprescindible. Es algo más que un complemento, el rayo en la tormenta, y uno más, otro relámpago, cuando el resto funciona como una máquina en plena tempestad. Por eso a los hombres de Garrido les resultó tan difícil contrarrestar la estampida.

En el segundo tiempo, como en La Rosaleda, disminuyó la intensidad en el juego centelleante del Madrid y el Villarreal respiró más tranquilo, pero sin inquietar a Casillas. Tenía suficiente con evitar más disgustos a Diego López. Los cambios no alteraron el rumbo del partido. Tampoco sufrió alteraciones el cuadro madridista cuando Coentrao, al final, relevó a Xabi Alonso, la piedra filosofal.
 

Sergio Ramos crece como central
Sergio Ramos está cargando de razones a todos aquellos que piensan que es mucho mejor jugador como central que pegado a la banda. Las lesiones de Albiol y Carvalho le han llevado al eje defensivo, junto a Pepe, y su rendimiento roza la perfección. Ante el Villarreal, mientras más de la mitad del equipo se divertía atacando con la precisión que acostumbra últimamente, Sergio se bastó para anular los intentos ofensivos del Villarreal, con una lección de anticipación, visión de juego y poderío físico. Además, sacó el balón desde atrás con claridad y apareció, como siempre, en las jugadas ensayadas. Con la recuperación de los lesionados, volverá a la banda para dar respiro a Arbeloa, porque en el lateral los recursos de la plantilla no son tantos como en el centro.