Sevilla

El PSOE agita sus fantasmas

Los críticos demandan un modelo de confrontación ideológica frente al PP

El PSOE agita sus fantasmas
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Madrid- Esperaban una intervención de combate y un agresivo cuerpo a cuerpo que no se produjo. Así que toda la entusiasta entrega con que la bancada del PP saludó las medidas anunciadas por Rajoy el pasado miércoles en el Congreso faltó en los escaños del PSOE cuando su secretario general dio respuesta al presidente del Gobierno.

Las caras de perplejidad que se vieron en el hemiciclo respondían a la enmienda a la totalidad que los socialistas –sin más excepción que la de su reducido sanedrín de Ferraz- verbalizaron en los pasillos en conversación con los periodistas. Pocos entendieron el perfil moderado que exhibió un Rubalcaba que quiso marcar diferencias con la oposición que el PP hizo al último Gobierno de Zapatero en aquel fatídico debate del 12 de mayo de 2010. El secretario general tuvo el agradecimiento de Rajoy, pero no de los suyos, que esperaban arenga y soflama, nunca tibieza y cautela.

Así que el desencanto socialista, unido a las críticas al liderazgo, han abierto de nuevo la caja de Pandora. Y no sólo entre los que apoyaron a Carme Chacón –que elogió al día siguiente la responsabilidad de Rubalcaba-, sino también entre quienes se afanaron en la victoria del ex vicepresidente del Gobierno en el congreso de Sevilla. Es verdad que el único que ha puesto esta semana rostro y voz a la censura ha sido el irreductible Tomás Gómez, que clamó por «un punto final» en el PSOE y por establecer un modelo de confrontación ideológica. El resto prefirió esconderse en el anonimato.

Aunque Rubalcaba se ha blindado con una ejecutiva en la que la discrepancia brilla por su ausencia, los críticos se han reproducido como setas y se hacen cruces tanto por la incapacidad del líder socialista para soltar el lastre del pasado como por el equipo del que se ha rodeado y por su suave respuesta al Gobierno de Rajoy. De algún modo Rubalcaba vive el mismo momento por el que pasó su antecesor cuando se hizo con las riendas del socialismo. A aquél también le cuestionaron por su afán al diálogo y su disposición al pacto. Tanto que le apodaron «Bambi».

 «Todo este malestar responde a la ansiedad de los que pretenden recuperar en ocho meses los apoyos que se fueron en cuatro años», responden en Ferraz. La dirección federal sostiene que ha de pasar tiempo para que el desgaste del Gobierno se traduzca en un aumento de sus expectativas y que una oposición radical a los recortes sólo hubiera servido, en el debate del miércoles, para que Rajoy recordase los que hizo el PSOE. ¿Acaso el PSOE no subió el IVA? ¿Acaso el PSOE no congeló las pensiones y el sueldo de los funcionarios?

Pero lo que llevó a Rubalcaba a asumir un papel institucional y no radical no sólo fue la pesada losa de lo que hizo el último Gobierno socialista, sino el conocimiento de circunstancias que tienen que ver con la coyuntura económica de las que le ha hecho partícipe el presidente del Gobierno y él no ha compartido con los suyos. «Pensó más en España que en el socialismo», asegura un incondicional de su ejecutiva que pide comprensión para el líder socialista.
Rubalcaba nunca fue «Bambi» y tampoco hay quien crea que quiere ahora serlo. Pero es verdad que la presión interna le ha obligado a buscar el equilibrio entre quienes, como Felipe González, le piden responsabilidad con el momento actual y quienes, como Gómez y otros socialistas demandan confrontación ideológica. Éstos últimos son conscientes de que la irritación crece en la calle y creen que, a corto plazo, una estrategia agresiva con el Ejecutivo de Rajoy granjearía réditos.

 «La dirección federal y los secretarios generales (salvo uno) -dicen en Ferraz en alusión a Tomás Gómez- tienen claro el rumbo a pesar de las críticas, porque la situación del país es de extrema gravedad y el PSOE es un partido de gobierno consciente de las dificultades. Y nunca se va a comportar como lo hizo el PP en la oposición. Hace muy poco el PSOE gobernaba y también tuvo que acometer duras reformas». La justificación no impide que desde el entorno del secretario general defiendan que el Ejecutivo «está haciendo las cosas mal y que el país necesita acuerdos», aunque el PP no lo reconoce ni lo escucha. «Será su responsabilidad y no la nuestra si no se sientan a dialogar y acabamos intervenidos del todo». Los ajustes aprobados por el Gobierno –en especial la subida del IVA, el recorte en desempleo y dependencia- son, a su juicio, «graves errores que empeorarán la situación». Y el papel institucional de Rubalcaba no impedirá que el PSOE confronte con firmeza sobre ellos. En todo caso, el secretario general sostiene que esta semana ha recibido más muestras de apoyo de los sectores sociales de los que recibió cuando ganó el congreso del PSOE y que algunas críticas sólo esconden la búsqueda de un espacio que, de otro modo «algunos no encontrarían». La fractura salta a la vista. La pregunta ahora es si Rubalcaba soportará la presión interna y mantendrá su perfil institucional o si cederá a favor de una oposición más radical. La respuesta: en septiembre.