Siria
Los cristianos rehenes de Asad
Las minorías religiosas de Siria viven amordazadas bajo el terror de la cruel represión del régimen
DAMASCO- «La única arma que nos defenderá son nuestras plegarias y Dios», asegura el padre George Niyme, en el histórico Convento de Nuestra Señora, en la localidad de Sidnaya, al sur de Damasco. Lugar destacado en la época de las cruzadas, e incluso mucho antes, aquí se lucha ahora una guerra muy diferente. El pasado domingo el convento fue atacado con un cohete de artillería, que no explotó y no causó víctimas, aparte de un gran agujero en una de las paredes traseras del complejo religioso. Una semana después, el muro ha sido reparado, y los fieles acuden a misa sin miedo, dicen. «Este domingo mucha más gente ha venido a la iglesia, porque somos más fuertes que antes», asegura el padre Niyme, que considera que la Virgen protegió el convento y por ello el proyectil no explotó. «Nos atacaron directamente para crear conflictos. ¡Éste es un símbolo de la cristiandad!». Esta confesión religiosa representa un 10% de la población siria –23 millones de personas– y actualmente es rehén del régimen del presidente Bachar Al Asad, su protector y verdugo al mismo tiempo. El padre Niyme no elude las preguntas polémicas y políticas a pesar de estar vigilado de cerca por los hombres del Gobierno, pero mide sus palabras y aparenta apoyar al «rais» con firmeza. Las minorías del país –cristianos, alauíes, kurdos y drusos– se han mantenido fieles al régimen en estos once meses de revuelta por miedo a que se desestabilice el equilibrio entre confesiones religiosas y perder esa protección del régimen, perteneciente a la minoría alauí, mientras la mayoría del país es suní (dos ramas diferentes del Islam).
Matilda, una anciana vecina del monasterio, se muestra preocupada y asustada por el ataque al convento hace una semana y por la situación de violencia que vive el país. «¡Que Dios proteja al presidente porque él es quien nos protege a nosotros!», dice levantando las manos al cielo. Con su bata azul celeste y 64 años, es difícil saber si cree realmente en lo que dice o repite la propaganda oficial, que cala hondo en las personas más humildes y vulnerables. El Gobierno de Damasco acusó a los rebeldes terroristas y extremistas de haber atacado el monasterio, aunque parece poco probable que pudieran acceder a esta zona controlada aún por el régimen y que lo hicieran sólo para lanzar un cohete contra el convento. Una parte del proyectil se encuentra todavía allí, y la madre superiora lo muestra a la Prensa en una bandeja de metal, mientras ofrece café y dulces, y evita hablar de política a toda costa. Ella también es vigilada de cerca por hombres del régimen, así que prefiere obviar las preguntas más conflictivas y relatar en cambio todos los milagros que han tenido lugar en este mítico lugar, que se cree que fue fundado en el siglo VI antes de Cristo, y donde se encuentra un pequeño icono atribuido al mismo San Lucas. La madre superiora, que prefiere permanecer anónima, explica que el cohete golpeó el convento alrededor de las 13:15 y causó un agujero de un metro de diámetro, pero que gracias a la Virgen, a la que está dedicado el templo, no explotó, y que afortunadamente cayó en un momento en el que no había nadie en su interior. Al igual que el padre Niyme, la religiosa vestida totalmente de negro y con un velo de lana, responsabiliza a los extremistas y cree que el ataque tenía como objetivo sembrar el caos.
Según la oposición siria, estos tipos de ataque buscan precisamente crear miedo e incertidumbre, y estarían orquestados por el régimen para aterrorizar a la población civil, como los atentados con coche bomba que han tenido lugar en las últimas semanas en Damasco. Pese a las dudas que puedan surgir sobre quién está detrás de los mismos, lo que sí es claro es que han conseguido su objetivo: atemorizar a los habitantes de la capital, así como eldiscurso oficial, según el cual los islamistas radicales suníes están detrás de la revuelta. El miedo cala especialmente hondo entre los cristianos, minoría en el país, una comunidad religiosa especialmente perseguida en Oriente Medio.
Funerales por las víctimas en Homs
El presidente sirio, Bachar al Asad, continúa con su indiferencia hacia los muertos que ejecutan las Fuerzas de su régimen. Por un lado, los familiares de los fallecidos tras la masacre de Homs celebraban sus respectivos funerales. Por otro, Asad (de confesión alauí) decidió irse a rezar con los clérigos y altos representantes suníes. Un acercamiento con la oposición para detener las protestas o quizá hacer ver al exterior que la represión no es tan dura y existe respeto entre las diferentes religiones. La realidad es bien distinta tras casi 11 meses de protestas con más de 7.200 muertos y un anticipo de lo que ya se considera guerra civil.
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