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Aguas turbulentas

La Razón
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Los últimos avatares de la diplomacia española resultan muy deprimentes. No es la primera vez que nuestro Gobierno se humilla ante el prepotente ministro de Gibraltar, Peter Caruana. La débil respuesta ante su última provocación revela una absoluta falta de firmeza. El gobierno británico de David Cameron contempla impávido el despiste absoluto de Moratinos y su equipo de Exteriores. La decisión de Caruana sobre el llamado Foro Tripartito es una tomadura de pelo en toda regla que España no debe aceptar.
Aún candentes las exigencias de Marrruecos sobre Ceuta, Melilla, y el conflicto entre los dos países por las mujeres policías en la frontera, ya sólo faltaba ahora el lamentable asunto de La Roca. Un episodio más que, naturalmente, envalentona al Monarca marroquí. De la reciente visita de Moratinos a Marrakech y su entrevista con su colega alauí, poco se sabe. El deterioro de las relaciones exteriores de España con los vecinos del Sur es evidente. En palabras de Mariano Rajoy, es una situación patética, donde todo el mundo se nos «sube a las barbas».
Cualquier respaldo a la soberanía de las aguas gibraltareñas es totalmente inadmisible. Los órdagos de Caruana, también. La dignidad de un Estado democrático se refleja en su política exterior. El Gobierno español pasa de puntillas por los conflictos, con la cara baja. No hay mayor muestra de fragilidad.
Las aguas del Peñón y del Norte de África bajan turbulentas. Sin que nadie ponga el dique.