Israel
Holocausto cuanto más lejos más cerca
Un encuentro de escritores judíos de todo el mundo debate en Jerusalén sobre el peso de la memoria y su reflejo en las muchas obras que se publican acerca de esta tragedia que parece tener ahora más presencia que nunca.
Una de las características más destacadas en encuentros de escritores judíos procedentes de todo el mundo es el sentido del humor, o si se quiere –y poniéndonos serios– la desdramatización del conflicto. «El conflicto», como suele definirse en Israel, es la supervivencia como Estado, pero también la supervivencia de los valores democráticos que han sostenido a este país desde su fundación.
Juntar a decenas de escritores, de aquí –como Amos Oz, David Grossman, Abraham B. Yehoshúa– y de allá –como Paul Auster, Siri Hustvedt, Russel Banks, Jonathan Safran Foer, Nicole Krauss, Daniel Mendel-sohn– tiene un punto algo dramático. ¿De nuevo con el mismo tema? ¿Es más fuerte la presencia del Holocausto ahora? Saull Bellow se lo pregunta en su libro «Jerusalén, ida y vuelta»: «¿Y qué es lo que ha llevado a los judíos a situarse, tras el mayor desastre de su historia, en una zona de peligro?».Para el recuerdo«De aquí a cincuenta años, este fenómeno de estudiar, historiar y novelar el Holocausto desaparecerá porque es específico de este momento. Todo acabará siendo historia, lo que pasa es que nos produce ansiedad saber que van a desaparecer los últimos testimonios», opina el historiador y ensayista norteamericano Daniel Mendelsohn, autor de «Los hundidos», libro en el que recoge declaraciones de supervivientes y familiares de judíos muertos en campos de concentración. Nir Baram, un joven escritor israelí autor de un obra –todavía inédita en español– que indaga en el lado del mal y no tanto en el de la víctima, difiere de Mendelsohn. «De aquí a cincuenta años, el tema del Holocausto seguirá entre nosotros porque creo que todavía no hemos entendido por qué se produjo el fenómeno del nazismo», explica Baram. El escritor y editor español Adolfo García Ortega (autor de «El comprador de aniversarios») plantea la cuestión sobre la que la filósofa Hannah Arendt reflexionó hace cuatro décadas: «¿No acabará banalizándose el Holocausto?» Él pone un ejemplo, el caso de la novela «El niño del pijama de rayas», de John Boyne, «un éxito mundial». «Después de este libro, por lo menos en España, cada vez que se le ofrece a un escritor una novela sobre el Holocausto te contesta que están saturados», dice García Ortega, que no duda de que «El niño del pijama de rayas» ha hecho daño, «ha dado un rango al Holocausto de literatura barata». Pero todos, desde Siri Hustvedt («Elegía para un americano») a Paolo Giordano («La soledad de los números primos»), o de Siri Hust-vedt a la rusa Ludmila Ulistskaya (en España ha publicado «Sóniechka») y el norteamericano Safran Foer («Tan fuerte, tan cerca»), creen que «el Holocausto es un enigma sobre el que, a medida que pasa el tiempo, aumenta el interés». Pero Mendelsohn advierte que hay que tener cuidado con las escenas en las que las novelas lo recrean. Lo que no se puede contar«La descripción de las atrocidades que yo cuento en mi libro son citas de testimonios. Sentí que eran más elocuentes de lo que yo podía haber imaginado. Existe el problema de que no todas se pueden recrear». Sahra Bau también advierte de esa «religión de seglares». Cuenta que cuando muchos jóvenes visitan Auschwitz «vuelven creyendo que el horror de esa fábrica de exterminio es la razón por la que Israel debe tener un Estado. Y yo pregunto: ¿la Shoá no tiene un papel demasiado importante en lo que significa el judaísmo?». Baram contesta: «Después de aquello, me siento responsable del pasado y del destino de los judíos».
Amos Oz, entre descamisados y mujeres sofisticadas Basta ver la expectación que despierta Amos Oz cuando entra en la carpa de Mishkenot Sha'anamim para comprender el peso que tienen sus opiniones en la sociedad israelí. En su mayoría son personas de su generación (bien pasados los 60), mucha gente ruda y descamisada y mucha mujer intelectual y sofisticada. El arma de Oz es el sentido del humor, lo que le libera, explica, de fanáticos judíos y palestinos. Así que Oz apartó de sí el drama y trazó algunos pasajes de la historia de Israel, como cuando explicó que su padre, «un terrorista sin muchas habilidades durante la ocupación británica», fue interrogado por un oficial: «La casa de mi padre estaba repleta de libros. Detrás de ellos guardaba los cócteles molotov. El oficial también leía mucho y buscaba ejemplares interesantes, así que mi padre le ofrecía libros para apartarle de los cócteles: ¡Oficial, mire esta edición!, le decía». De parecido sentido anti heroico pinta al padre del Estado de Israel, Ben Gurion, «un hombre entre intelectual y de acción pero, como sabemos ahora, sólo tuvo éxito en su segunda faceta. Su proyecto político era una mezcla de un centralizado Estado y la democracia norteamericana».
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