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Ofrecimiento

La Razón
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Ofrezco mi verdad al Tribunal Supremo. A pesar de encontrarme fuera de Madrid me pongo, faltaría más, a disposición de la Justicia. No deseo que mi silencio pueda causar perjuicio a una tercera persona, en el caso que me ocupa y preocupa, el futuro del ex juez Baltasar Garzón. Y considero conveniente que otros españoles sigan mi ejemplo con el fin de silenciar chismes y rumores a todas luces injustos.Creo que he contado mi trayectoria empresarial. En la actualidad soy el presidente de una Sociedad Limitada que está al corriente del día, del pago y de todo lo demás gracias al director de mi agencia bancaria, don Antonio, que me recomienda y cuida, y de mi asesor fiscal. En caso contrario, mi Sociedad Limitada sólo tendría un límite seguro. La bancarrota.En mi segunda juventud, un ciudadano francés de heroica osadía, Edmond Marcel Ferrié Granier, convenció a sus socios ingleses de un «broker» de Reaseguros domiciliado en España, de mi enorme influencia y penetración social. Fui nombrado presidente de «Ferrie & Rowbothan», que suena fenomenal. Franceses e ingleses nunca se han entendido, y mi labor consistía en apagar fuegos verbales y asistir en septiembre, como flamante presidente, a la cita de los reaseguradores de todo el mundo que se celebra en Montecarlo. Se conoce a ese coñazo como el «Rendez-Vous de Montecarlo», y no se lo recomiendo a nadie medianamente normal. Gracias a mis gestiones, la empresa experimentó una peligrosa senda hacia la quiebra, hasta que al fin la quiebra se produjo.Previamente, mi inolvidable amigo Juan Garrigues Walker, al que tantísimo debo por su confianza en mi persona, me designó presidente de una sociedad cuya razón social era «Arte y Diseño S.A.». Aquella sociedad no creó arte alguno ni diseñó nada que mereciera la pena, e incluso, que no la mereciera. Hasta aquí mi impresionante trayectoria empresarial, de la que me siento moderadamente orgulloso.Pues bien. Ni como Presidente de mi actual Sociedad Limitada, ni como máximo responsable en el internacional «broker» de reaseguros «Ferrie & Rowbothan», ni como presidente de pega de «Arte y Diseño S.A.», he recibido peticiones de don Baltasar Garzón Real para financiar sus cursos en Nueva York. Y tengo un gran amigo, filatélico, y presidente de una próspera sociedad dedicada a la compraventa de elegidas colecciones de sellos, y cuya identidad me reservo hasta contar con su permiso de revelación, que en cuarenta años, desde que fue licenciado del Servicio Militar como sargento del Cuerpo de Intendencia, hasta el día de hoy, tampoco ha sido receptor de sablazo alguno por parte de nuestro juez-magistrado de la Audiencia Nacional en lamentable situación confusa.Escribo el presente texto en mi calidad de empresario. Cada día que pasa, sale a la luz una nueva empresa a la que el juez Garzón ha pedido algún tipo de mangoleta. El Banco Santander, Cepsa, Endesa, el BBVA, y ahora, Telefónica. La media de las mangoletas se establece en unos doscientos cincuenta mil dólares por entidad, lo cual no deja de ser sorprendente. Claro, que Nueva York es muy caro. Menudos son los taxis en Nueva York. Los taxistas de Nueva York se creen que todos los turistas van a Nueva York a divertirse, y no reparan en que hay personas importantes como el juez Garzón que viajan a Nueva York a dirigir cursos. El eterno desconocimiento neoyorquino de la realidad de España.Por ello escribo en mi calidad de hombre de empresa. Ni Garzón me ha llamado, ni me ha pedido un euro, ni me he sentido presionado para financiar sus cursos. Y para que conste en el Tribunal Supremo, lo declaro y firmo en el día de hoy, sin reserva alguna por mi parte. ¡Ya está bien!