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Sufriendo con «Ludwig»

La Razón
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Después de seguir el pleno del Congreso, y como el momento político que vivimos es tan poco sugerente, sólo se me ocurrió tirarme en un sillón y ponerme un vídeo. La película que elegí fue el «Ludwig» de Visconti y juro que la elección era absolutamente inocente. Juro que no esperaba pasar un mal rato siguiendo las cuitas del rey loco de Baviera al que le dio por dilapidar el erario nacional construyendo fantásticos castillos de hadas inhabitados e inútiles. Juro que no tenía la menor intención de que mi mente se pusiera a establecer comparaciones entre ciertos ministerios de mi país vacíos de contenido y construidos de cartón piedra ideológico con los palaciegos paraísos artificiales de aquel iluminado gobernante bávaro que llegó al poder proclamando su amor al arte, a la paz, a la felicidad social, a la armonía universal y a la reconciliación entre los estados alemanes, pero que acabó estrellándose con la realidad y forzado a entregar la soberanía de Baviera al protectorado político de Bismarck.Los peores momentos los pasé con sus espectaculares mecenazgos artísticos, que llevaban a sus ministros una y otra vez a suplicarle que redujera el gasto público. Ya sé que entre Wagner y Joaquín Sabina hay ciertas diferencias (las mismas probablemente que entre los Bardem y José Kainz, la estrella del teatro húngaro que fascinó y expolió al Ludwig histórico), pero no me podía quitar de la cabeza la idea de que aquellos eran los «titiriteros» de la época.