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De escoltas a protectores de la mujer
MADRID- Las víctimas jamás serían olvidadas. Este compromiso fue adoptado por nuestros políticos el pasado 20 de octubre, cuando ETA anunció el «cese definitivo de la actividad armada». Sin embargo, quienes sí corren el riesgo de ser desterrados de nuestra memoria son aquellos valientes que antepusieron la voluntad de las urnas a su propia integridad física, posibilitando que los alcaldes, concejales y consejeros desempeñaran la labor para la que fueron elegidos. Hablamos de los escoltas, sobre todo los del País Vasco, que, desde el hipotético adiós de la banda terrorista han visto cómo se han multiplicado los ERE en las empresas privadas del sector de la seguridad.
Con todo, se abre una esperanza para ellos. El Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad va a proponer al Ministerio del Interior que los escoltas que ya no prestan servicio en el País Vasco se destinen a la protección de las mujeres víctimas de violencia machista. A falta de determinar si este «reciclaje» afectaría sólo a escoltas de la Policía Nacional y Guardia Civil, o también a escoltas pertenecientes a empresas, la ministra Ana Mato afirmó esta semana que «si hiciera falta contar con otras medidas de seguridad privada para poner por delante la vida de la mujer, creo que también lo haríamos».
¿Cómo está siendo la «retirada»? «De 5.500 escoltas que estaban dedicados al terrorismo en 2009, pasaremos en mayo a 1.500», explica Vicente de la Cruz, presidente de la Asociación Española de Escoltas (AEA). Y es que el próximo mayo se acaban los contratos con el Ministerio del Interior y el Gobierno del País Vasco, por lo que quedará una «cifra simbólica». En este contexto, dice De la Cruz, «ha faltado tacto a la hora de dirigirse a este colectivo. Nos estamos haciendo valer por nosotros mismos. Y eso es un poco feo». En el último mes, más de mil han perdido su empleo.
Más duro es Santiago Fontenla, presidente de la Asociación de Escoltas en Activo del País Vasco y Navarra. «No nos han dado ninguna salida laboral. Las empresas están haciendo ERE y nos estamos yendo por la puerta de atrás. Esperábamos algo más que una palmadita en la espalda», asegura. No en vano, recuerda, «en 13 años no hemos perdido nunca a un protegido». Y además, los escoltas han supuesto «una pieza fundamental en el engranaje de libertades del País Vasco. Siempre hemos sido reconocibles y hemos trabajado a cara descubierta». ¿El resultado? «En dos o tres meses, el escolta va a desaparecer. Muchos se han ido a la calle con cuatro pesetas».
Joao de Oliveira, de 34 años, es uno de ellos. Hace poco se quedó en el paro, pese a contar con dos menciones honoríficas. En cinco años ha velado por la integridad de un alto cargo, una periodista y un alcalde. «El propio Gobierno vasco está promoviendo los ERE. Y no se están efectuando correctamente», denuncia. Por ello, cree que «no han pensado en nosotros». En este contexto, la propuesta del Ministerio de Sanidad ha sido recibida con los brazos abiertos. Tanto por los escoltas como por las víctimas.
En el Sindicato Unificado de la Policía (SUP) estiman que las Unidades de Prevención, Asistencia y Protección (UPAP) contra los malos tratos a la mujer se traducen en un agente por cada cinco mujeres amenazadas. Con todo, en el País Vasco, 53 mujeres cuentan desde hace 6 años con escoltas privados.
«Es una experiencia que funciona y que sabemos que da buenos resultados», dice De la Cruz. «Ya habíamos comentado la posibilidad de la reubicación hace unos meses. Y tenemos pendiente una reunión con Sanidad por el tema», aporta Fontenla, un escolta que ha trabajado en este campo.
Peor que un etarra
Las van a buscar a casa, la siguen, controlan exhaustivamente la zona, inspeccionan los alrededores, hablan con vecinos y dueños de establecimientos... Y no se puede bajar la guardia. «El maltratador es extremadamente violento. Viene a matar y después a morir. Puede ser más peligroso que un etarra. Un etarra es más difícil que tenga acceso, porque todos los itinerarios están muy controlados», dice. De esta forma, afirma Fontenla, en el País Vasco se han detenido a cuatro maltratadores. Hay una diferencia a la hora de tratar con estas mujeres. Como comenta Juan, escolta que actualmente desarrolla su labor en Álava, «tienes que ser un poco psicólogo». «Sabe Dios por qué infierno ha pasado esa mujer. Tienes que tener delicadeza», añade. Juan ha visto cómo en Álava, en cinco años, se ha pasado de que haya trabajo para más de cien escoltas a apenas seis. Por eso, «me parecería bien la opción de reubicar a estos trabajadores. Hay gente muy cualificada y preparada». Mientras, Joao cree que «las propuestas están muy bien, pero no se come de ellas. Queremos verlas encima de la mesa y que se hagan efectivas».
Ni salir a las mismas horas ni ir a los mismos sitios
Las asociaciones que velan por la atención de las amenazadas esperan que la idea prospere. «Confiamos en ellos, llevan muchos años jugándose la vida y han realizado un trabajo exquisito», dice Blanca Estrella, presidenta de la Asociación Clara Campoamor, que durante estos años ha formado a escoltas en la lucha contra la violencia de género. «Deben trabajar con mucha discrección. Deben hacer entender a esas mujeres que han de cumplir las normas: no salir a las mismas horas, no ir siempre en primer lugar a los mismos sitios...», añade. Estrella cree que es el momento para que los jueces de violencia de género «decidan cómo y de qué manera se ejecutan las órdenes de alejamiento: si debe haber una escolta de 24 horas, de 12 horas... porque eso no se está produciendo». Y es que, hoy, «las mujeres desconocen si las está protegiendo la Ertzaina, la Policía o los escoltas privados». Otra ventaja: según la asociación, «económicamente, la contratación de escoltas privados saldría a la mitad de lo que cuesta un agente, a los que hay que pagar dietas, coches oficiales, etc.»
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