Ferias taurinas
Enemigos políticos por Patricia NAVARRO
Sevilla saca del horno los carteles. Sin remate y en su tribuna con varias cabezas «cortadas», según la estrategia de la temporada con el duelo de poder y derechos de imagen al fondo. La que más categoría daba en el pódium, la número uno, la de El Juli. Pero no se queda solo. El precio de la independencia le ha salido caro también a Miguel Ángel Perera. Ni negociación ni llamada. No existen. La factura empieza a antojarse desorbitada: Fallas, Castellón, Sevilla... Con Morante, independiente también, han tragado en su tierra porque resulta difícil imaginar un abono sin el de La Puebla. La lectura que se arroja con Fallas, primero, y Sevilla después, es descarnada. Poco importa lo que ocurre en el ruedo. Y mucho menos el que paga por verlo.
Más allá de las ausencias, que las hay, se diluye la esencia: lo que se gana en ese mágico redondel. El monopolio empresarial es una realidad cada vez más fuerte. El toreo en pocas manos, ¡y con los dedos de una sobra!
En la otra trinchera, la unión del G10 se resquebraja en los despachos. Hay dos cabezas de turco: Juli y Perera, mientras en las ferias sí entran los toreros apoderados por empresarios. Una realidad. ¿Boicot? Una estrategia bien hilada de la que todos están siendo cómplices. A cualquiera le entra en la cabeza y en su convicción, que no se puede ir a la guerra con el enemigo en casa. Madrid, que hará los carteles y después negociará la «tele», tiene la última palabra. En sus manos queda que con este panorama de crisis, crítico, convenza al aficionado para gastarse los euros. Si la Fiesta sigue viva es por su grandeza, porque tal y como vamos no necesitamos enemigos políticos que nos quiten del mapa.
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