Feria de Abril
Adiós a un torero de raza por Juan Antonio Ruiz «Espartaco»
Toreando en el campo que tanto amamos los toreros, así me pilló ayer la noticia de la retirada de Francisco Rivera Ordóñez. Un adiós que llega dieciocho años después de que le cediera la muerte de un precioso toro de Torrestrella en su alternativa en La Maestranza. Aquella tarde, que no recuerdo con muy buen agrado porque terminé corneado en el muslo y en la enfermería con una paliza tremenda, le pedí a Francisco que hiciera exactamente lo que ha hecho en la cara del toro todo esta larga etapa de su vida. Disfrutar. Saborear todos y cada uno de estos años de esta profesión tan bonita, pero tan complicada, lo que hace de ese disfrute el mejor de los triunfos. Ahora considera que ha llegado el momento de guardar los trastos y tomar otro camino. Le deseo nuevamente lo mismo: la mejor de las fortunas. Mucha suerte, Francisco. Apoyo tu decisión, porque he pasado por este momento antes y, a buen seguro, que has madurado mucho la idea. Será lo oportuno. Seguro.
Con la retirada de Rivera Ordóñez se nos va un torero de raza, de garra, que salía a la plaza de toros cada tarde dispuesto a que no le ganaran la partida. Un gen que lleva en la sangre, surgido en ese bastión familiar tan querido que es Ronda. Como su padre, como su abuelo. Distintivo inequívoco de una de las sagas toreras, junto a los Dominguín, más importante que ha tenido este país.
Compartí muchísimas tardes con él, y todavía más con su padre. Siempre añorado Paquirri. Ahora puedo decir que he tenido el privilegio de compartir paseíllos y triunfos con dos toreros buenos, de los que la afición siempre quiere ver en la plaza. En el caso de Fran, además hay que hablar de una evolución en su toreo, de ese diestro bullidor al poso que, como el buen vino, muestran los buenos matadores.
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