España

No es el azar por José Ignacio Arranz

La Razón
La RazónLa Razón

En España no corren malos tiempos en lo que a la Seguridad Alimentaria se refiere. Cuarenta millones de personas desayunando, comiendo y cenando, 365 días al año, arroja un número escalofriante de actos de consumo de alimentos. Sin embargo, los incidentes reales consecutivos a una quiebra de la seguridad alimentaria son, proporcionalmente, escasísimos. Esto no es fruto del azar, sino el resultado de hacer las cosas de una determinada manera, y hacerlas siempre. Las herramientas de prevención funcionan, empezando por la fundamental: un sector agroalimentario cada día mas responsable y concienciado de la necesidad irrenunciable de poner en el mercado exclusivamente alimentos seguros. Si le sumamos una red de alertas alimentarias ágil y sensible, más un ejercicio bien orientado del control alimentario oficial, nos cuesta todavía menos trabajo concluir que nuestra situación de bonanza en seguridad alimentaria dista de ser fruto de la casualidad. En esta situación, el riesgo sería morir de éxito. Confiarnos y relajarnos. Y hay influjos sociales que podrían contribuir a ello. Es lamentable que cuando cualquier consumidor hace de la seguridad de sus alimentos el atributo más importante y menos negociable, aún sean muchos los que creen que la seguridad alimentaria sólo se activa cuando hay crisis de inocuidad, y la relegan al olvido cuando no las hay. Sólo se acuerdan de la seguridad alimentaria (y de todo lo que hay detrás de ella) cuando falla, sin reparar en que la inocuidad no puede ser fruto de un día. Seguridad Alimentaria es salud y, como salud, tiene su misma vocación de continuidad y estabilidad. Nuestro estatus natural es estar y permanecer sanos, y aspiramos –aunque el éxito no dependa del todo de nosotros mismos– a que la enfermedad interrumpa esa línea continua muy pocas veces y con la menor duración posible. Con la seguridad alimentaria ocurre lo mismo. No tendríamos el excelente nivel de seguridad del que disfrutamos si se atendiese con conductas de «apagafuegos», sólo cuando hay problemas. Muchos piensan que es así: Cuando hay fuego vienen los bomberos, y el resto... será el azar.