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Recortes de cuello por Ángela Vallvey
En agosto de 2010, mientras en la Pigeuropa sufríamos los deletéreos tiritones de la recesión, el PIB alemán creció un bonito 2,2 %. Maravilloso, teniendo en cuenta que en 2009 llegó a caer hasta un 5%. En el primer trimestre de 2011, la prodigiosa reducción del déficit alemán logró situar a éste en un precioso 0,6%. Fue entonces cuando Alemania retornó a los criterios de Maastricht. Aquel Maastricht, por cierto, que otorgó su visto bueno germánico a las cuentas de griegos, portugueses, españoles… Donde, no sólo bendijo los números de los hoy pecadores del déficit, sino que les dio palmaditas en la espalda. A los números y a los pecadores. En sólo 2 años, Alemania logró hacer realidad la utopía presupuestaria y terminar con el déficit excesivo. Años antes, mientras llevaba a cabo su reunificación con la DDR (Alemania del Este) y gastaba en ello una incalculable cantidad de dinero que no tenía, que lograba aumentado sus cifras de déficit y el comercio con los pecadores italianos, irlandeses, griegos, españoles, portugueses…, a Alemania todas las cuentas de esos países «indisciplinados» le parecían de perlas. Pese a que eran más disparatadas entonces, sin duda, de lo que son hoy. Logró la Germania reducir su déficit sin que su sistema de bienestar se viese afectado gracias a las reformas emprendidas diez años antes por Schröeder, que disminuyeron las trabas a la actividad empresarial, los costes de contratación y los subsidios que «indirectamente incentivaban las bajas y el eterno desempleo», según decían.
Alemania exige ahora que los «malos» de la Unión hagan en un pispás lo que a ellos mismos les costó años, décadas, pero sin las ventajas de que ellos disfrutaron. El eje germano-germano (Francia está «in albis») reclama recortes. Más recortes. (De cuello serán. Otros ya no quedan).
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