Historia

España

El timo de la estampita por Pedro Alberto Cruz Sánchez

La Razón
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Desde el punto de vista del patrimonio artístico y cultural, hay que diferenciar entre los países tradicionalmente expoliadores –Inglaterra, Francia, Alemania, Estados Unidos– y los históricamente expoliados –Grecia, Egipto, España…. Atendiendo a criterios éticos, es indudable que resulta preferible pertenecer al grupo de las víctimas que al de los que perpetran el delito. El problema es que, en este caso, poseer un rico y denso patrimonio cultural, y ser objeto de robo, pillaje, destrucción, timo o exportación clandestina no levanta tanto un sentimiento de empatía y conmiseración hacia el débil cuanto pensamientos indignados y acusatorios.

España ha sido una nación que, hasta hace bien poco, apenas si se ha preocupado del inmenso legado cultural que poseía. Frente a otros territorios que han tenido como principal empresa aumentar su patrimonio, a los españoles nos ha interesado bien poco el que este menguara de manera considerable. La incultura y barbarie de los dirigentes que durante casi dos siglos han regido el destino de España ha sido la proyección de una falta de interés extrema por la educación y la cultura como pilares espirituales y materiales de un país.

Si usualmente se cita la Guerra de la Independencia, la amortización de Mendizábal y la Guerra Civil como los tres grandes hitos de la destrucción a gran escala del patrimonio español, el gran mérito del libro «La destrucción del patrimonio artístico español. W. R. Hearst: el gran acaparador», de Juan Miguel Merino de Cáceres y María José Martínez Ruiz, ha sido demostrar que no hacía falta un contexto de excepción para que, durante la primera mitad del siglo XX, una serie de millonarios cultos y glamourosos norteamericanos –con el mítico W. R. Hearst a la cabeza– se aprovecharan del subdesarrollo cultural de España para pergeñar una sofisticada ingeniería del expolio.

Lo que sistemáticas como las aquí prolijamente explicadas vienen a constatar es que, a lo largo de demasiado tiempo, hemos sido un territorio exótico y, por tanto, objetualizado, del que magos de las finanzas como Hearst no dudaron en extraer todo el pringue posible sin que ninguna mente mínimamente lúcida se percatara de que estábamos siendo perjudicados por el patrio timo de la estampita.