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OPINIÓN: Los bigotes de las Gambas

La Razón
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Necesito que me echen una mano. A mis jefes en Atlanta les llama la atención que la nómina casi completa de implicados en los ERE luzcan todos esa misma barba rala y canosa que portan los Griñán, Guerrero, Rivas, Fernández, Lanzas o Mellet. Al estilo de la de Rajoy sólo que más corta y punzante. Más en línea, tal vez, con la de Rubacalba. Creen que ese «look», tan del PSOE, tan de la Junta, podría encerrar algún significado. Así que debo ofrecerles una batería de explicaciones para mantener entretenidos a los sabuesos del Departamento de Operaciones Especiales (DOE).
Les parecerá una frivolidad (y puede que lo sea), pero no saben hasta dónde son capaces de llegar esos genios cuando entran en lo que ellos llaman Procesos Lógicos de Deducción (PLD). Acojonan a cualquiera. Lo que sí resulta verosímil, no digo cierto, sólo verosímil, es que ese aspecto forme parte del kit del perfecto director general (o viceconsejero) de la Junta. Una moda, sí, pero como un metalenguaje, el avisador de radar de un coche, el vínculo tribal del que les hablaba. Uno ve llegar vehículos blindados y tiene la certeza de que de allí descenderán unos ominosos personajes con corbata y quizá gafas oscuras, pero, sobre todo, con las barbas secas y a medio segar de las que hablamos. Como los miembros de la caravana de un jeque del Golfo Pérsico.
Resulta difícil entender que no lo hayan detectado los linces asesores de la campaña socialista. Pero, claro, hablamos de que ese gabinete lo componen un tipo que recuerda a Buster Keaton, la del parecido con Bette Davis en «La Loba» y dos griñaninis sin oficio. Tendrían que haberlos enviado de urgencia al barbero para rasurarlos y tratar de eliminar la imagen de sanchopancismo procaz, grosero y satisfecho que trasladan al electorado. Son como felices escuderos de un Quijote alucinado después de treinta años de poder, aupado cada cual al trono de sus ínsulas de Barataria donde hacían y deshacían a su antojo.
Nadie ha olvidado aún la foto de la mariscada pantagruélica de Torrijos y sus amigotes, feliz resumen del castizo y gongorino ande yo caliente y ríase la gente: «Coma en dorada vajilla/ El príncipe mil cuidados,/ Que yo en mi pobre mesilla/ Quiero más una morcilla/ Que en el asador reviente…» Entre tanto, una manada de elefantes se columpiaba en los bigotes de las gambas y en los pelos de las barbas de sus comensales. Las encuestas siguen siendo atronadoras. Vuelve a crecer al 62,9 por ciento el porcentaje de quienes creen que el PP ganará las elecciones. Traducido, eso es un tsunami, una marabunta, la tormenta perfecta, el incendio de Roma, un terremoto fuera de la escala de Richter… Y eso que Alfonso Guerra, al fin, se ha dignado a bajar por estos lares. Se marchó a hacer campaña en… Asturias. Otra vez la Reconquista. Otra vez será Covadonga.