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Baile columpios y pompas toman la noche madrileña

Además del parque de atracciones de la Gran Vía y las divertidas propuestas que en cualquier esquina asaltaban a los madrileños que ayer tomaron las calles, el otro protagonista de la Noche en Blanco fue, sin duda, el buen tiempo. Frente al frío de otros años, el templado atardecer de ayer dio paso a una madrugada que invitaba a pasear por la ciudad.

Baile columpios y pompas toman la noche madrileña
Baile columpios y pompas toman la noche madrileñalarazon

El «ánimo andante» hizo que muchos recorrieran kilómetros disfrutando de la parte más visual de la fiesta de la cultura: las instalaciones. Desde contenedores con varas de incienso, a farolas invertidas o pintura y grafitti improvisados en el momento, hicieron que nadie se arrepintiese de no poder subir a los toboganes o descubrir los tesoros de la Real Academia Española. Además, mientras se paseaba se podía participar rápidamente pidiendo un deseo con una pompa de jabón, en el paseo del Prado, o con un post-it, en la plaza de Tirso de Molina.

La buena noche que hacía animó a muchos a soportar más agradablemente las colas para prácticamente todas las actividades en el interior de museos e instituciones que abrían al público gratuitamente. Alrededor del Círculo de Bellas Artes, del Thyssen, a lo largo de la fachada del Prado e, incluso, frente al Museo Naval que invitaba a conocer por dentro un galeón del siglo XVIII la gente aguardaba pacientemente en fila. Otra ventaja fue el doble uso que muchos le dieron a las caretas del «madrileño del año», la cara de Alberto Santander se convirtió en un improvisado abanico cuando la multitud se apretujaba en las calles adyacentes a la Gran Vía.

Porque, aunque las colas y la gente son ya un clásico después de cinco ediciones de La Noche en Blanco, la de ayer congregó a tal cantidad de público que era prácticamente imposible circular por las calles del Centro, incluso cortado al tráfico. El momento cumbre del «follón» llegó sin duda al filo de la medianoche, cuando Cibeles se convirtió en una discoteca. Con canciones de ayer como «Corazón de Melón» y los últimos éxitos del dance, la diosa se convirtió en la pregonera de la fiesta de la cultura. A su alrededor, madrileños de todas las edades formaron una conga mientras disfrutaban con la música.

Los amantes de los ritmos de todo el mundo pudieron disfrutar, apenas separados por unos cientos de metros, de los conciertos más variopintos como el jazz en Cosmocaixa o el rap en Neptuno, pasando por la banda municipal en la plaza de las Cortes. También el cine estuvo presente en la figura de Fellini.

Y para los aficionados a las consolas, el héroe digital de Nintendo, el rechoncho fontanero italiano Mario Bross, se multiplicó por distintos puntos de la capital. Así, en el templo de Debod los más pequeños podían fotografiarse con su héroe y, en la plaza de Vázquez de Mella, salvar a la princesa utilizando como pantalla los edificios de Chueca. Los jugones se divirtieron también frente al Instituto Cervantes tirando un dado gigante para tratar de formar letras.