África

El Cairo

«Volveremos cada día hasta que renuncie de verdad»

Primero sonó un teléfono. Luego otro. Alguien dio una voz y empezó a circular el boca a boca. En pocos segundos, la noticia corría de punta a punta de la plaza Tahrir: Mubarak iba a hablar, al parecer para comunicar su marcha, por fin. Entre los manifestantes estalló una euforia contenida.

Decenas de miles de egipcios estuvieron ayer pendientes del anuncio de Mubarak
Decenas de miles de egipcios estuvieron ayer pendientes del anuncio de Mubaraklarazon

Los rumores parecían cobrar forma en boca de fuentes oficiales, aunque fuese con largos circunloquios. Los manifestantes, y millones de egipcios, sentían que vivir una jornada histórica. Durante más de tres horas se esperó a que llegase el mensaje televisivo del «rais» con el corazón en vilo.

Traje oscuro, camisa blanca y corbata negra. Semblante serio y sereno. En un video grabado horas antes, el que durante tres décadas ha sido presidente de Egipto se dirigía a su nación. Fue un discurso largo, lleno de metáforas pero que no respondía a la principal reclamación de la plaza: su dimisión. Entre los manifestantes el entusiasmo fue dando paso a la decepción.

Mubarak seguía enredado en su lenguaje grandilocuente, mientras las caras de la gente se iban ensombreciendo. Saltaba el contraste entre el ambiente juvenil y dinámico de la plaza y la imagen del anciano Mubarak, criogenizada en el televisor. Al acabar, un sonoro abucheo. «Parece que ha hablado de otro país y de otro pueblo. Parecen dos mundos distintos», comentó Tarek Shalaby, un joven manifestante acampado en Tahrir.

Para cuando Mubarak acabó el discurso, la esperanza anidada durante toda la tarde se desvanecía. «Ha sido una tomadura de pelo. Realmente creíamos que iba a anunciar su dimisión, pero ha hecho un discurso muy parecido al del otro día. No piensa irse. Ha cedido poderes al vicepresidente Suleiman, pero eso no significa nada. Por supuesto que no nos damos por satisfechos y volveremos cada día hasta que renuncie de verdad», concretaba Ashraf Hamed, un ingeniero de 53 años.

Aunque se produjeron incidentes aislados en algunas zonas de la ciudad, más que ira y rabia, a muchos manifestantes les invadió la tristeza y el cansancio. «Ahora tenemos que volver a empezar, cuando creíamos que esto llegaba a su fin», dijo Aisha. Ni jóvenes ni ancianos, ni islamistas ni izquierdistas: de entre los miles de personas que se habían reunido en la plaza para celebrar la «fiesta del adiós», nadie quedó satisfecho con el discurso del «rais». Los coros, que durante toda la tarde habían sonado festivos, volvían a recuperar el tono de algarada, en medio de una noche fría, lluviosa a ráfagas. «La reacción de la gente está siendo muy positiva. No se rinden, pero no van a ceder a ninguna provocación. No iniciarán ellos la violencia», opinaba Mohamed, un egipcio que vivió más de 20 años en España y que observa el proceso revolucionario con cierta distancia analítica.

En grupos, comentando airadamente la decepción que acababan de encajar, miles de personas abandonaban la plaza, donde anoche los controles militares habían desaparecido y sólo se veían grupos de soldados apostados junto al puente de los leones y tanques en un perímetro de seguridad, a cierta distancia. En la plaza quedaban de nuevo los más jóvenes, grupos organizados de activistas y de Hermanos Musulmanes. En una de las tiendas de campaña instaladas, Islam Magdi, 22 años, leía el Corán antes de ir a dormir. «Me da fuerzas para seguir peleando. Es una oportunidad única, y no la vamos a perder. Si tengo que derramar mi sangre en esta plaza, lo haré».

En los aledaños de Tahrir, un comerciante fumaba sentado en la puerta de su negocio, atento al televisor. «Mubarak lleva 30 años en el Gobierno, es un patriota y ama a Egipto. ¿Qué podría haberle hecho cambiar de opinión?».


Zapatero pide «reformas y democracia»

José Luis Rodríguez Zapatero pidió ayer al régimen egipcio de Hosni Mubarak que responda con «reformas y democracia» a las demandas del pueblo dentro de un proceso de transición «pacífico y lo más ordenado posible». El presidente del Gobierno español trasladó este mensaje en el Palacio de la Moncloa junto al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, quien se sumó a la petición de que esta etapa transitoria sea verdaderamente democrática».