Estados Unidos
Té o café por María José Navarro
El electorado americano le ha metido un meneo gordo a Obama y se nos anuncia por megafonía el advenimiento del Tea Party, mecachis, con lo que a mí me molan los «coffee shops». Se frotan las manos los que están esperando la caída del presidente estadounidense y se remiten a la historia para justificar el nacimiento de este grupo repleto de ciudadanos variopintos, chocantes a más no poder y que defienden algunos postulados difícilmente comestibles.
Dicen que los valerosos antepasados de estos ultraconservadores se rebelaron en Boston contra la tiranía de una casta política procedente de Inglaterra que pretendía subir los impuestos de los sufridos norteamericanos y que de ahí les viene el arrojo y el ímpetu patriótico que demuestran en nuestros días. Y dicen también que pretenden que haya transparencia en la gestión, en la política fiscal y en las inversiones, y que se explique obligatoriamente dónde se gasta cada duro que recaudan los gobiernos. Todo esto suena estupendo porque los del Tea Party pueden ser muchas cosas, pero tontos, ni de coña y saben cómo hay que llegar fácil y cómodamente a los oídos de los votantes que se levantan ya enfadados y que antes de acabar su desayuno se han pillado por la vía rápida un cabreo como una mona. Que conste que a mí me parece bien que las urnas le hayan dado un toque de atención y de los que duelen a Obama, algo acomodado en su imagen de señor elegante y con tipín, y que no soy yo nadie para dar lecciones y menos a Estados Unidos que parece que de democracia (a pesar de las imperfecciones) sabe un rato, pero el fervorín patriótico me provoca un sarpullido que ni con Talquistina. Eso sería casi una anécdota si no fuera porque hemos oído a la candidata de Nevada decir que si los resultados no acompañaban a sus seguidores tal vez se verían obligados a desenfundar las armas para remediarlo. Y ahí sigue la buena señora, sin provocar ni un respingo entre sus correligionarios.
El caso es que el Tea Party se niega a pagar impuestos, sobre todo los que podrían sacar adelante la reforma de la sanidad pública pretendida por Obama, una reforma que, aun siendo manifiestamente mejorable y discutible, es lo más similar a lo que tenemos por aquí, y parece que no nos va del todo mal. Esperanza Aguirre ya ha dicho que está bastante de acuerdo con las ideas del Tea Party y Gustavo de Aristegui que son antisistema. Conservadores divididos. Otra similitud, fíjate tú.
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